El viaje que quiero hacer esta semana con todos ustedes, mis queridos lectores surrealistas, es doloroso, pero fascinante, así que no lo duden, presionen con convicción el botón del siglo XIX y déjense llevar:
- 1799: Europa en estado de ebullición.
Antes de tomarnos las uvas y entrar en el siglo XIX, me gustaría que observemos todos juntos el panorama que había en Europa.
La Revolución Francesa -libertad, igualdad, fraternidad, y las cabezas de Luis XVI y Maria Antonieta seccionadas por la guillotina- tocaba a su fin con el golpe de estado de un tal Napoleón Bonaparte, un joven general hambriento de poder. ¡Todos al suelo que viene... Napoleón!
En España, un abotargado Carlos IV, el cazador, se dedicaba a cazar animalitos por las fincas de Ciudad Real y a tener hijos con su mujer y prima María Luisa de Parma; llegaron a tener 14 hijos. Claro, con tanta caza y procreación, el rey no tenía tiempo, o no quería tenerlo, para gobernar el país.
Recuerden que en la época en la que nos encontramos, aunque las cosas ya estaban empezando a cambiar -y para muestra La Revolución Francesa- las monarquías eran absolutistas, nada de constitucionales, y tenían que gobernar el país; vamos, pensar y tomar decisiones.
Pero Carlos IV, ni corto ni perezoso, o las dos cosas a la vez, nombró primer ministro a su hombre de confianza y amigo, Manuel Godoy, y le concedió carta blanca para hacer y deshacer a su antojo.
¡Viva el pasotismo, digo, el absolutismo transferido!
En cualquier caso, de los catorce infantes, ocho de ellos nunca llegaron a tomarse las uvas del nuevo siglo XIX. Y gracias a este halagüeño índice de supervivencia, el título de Príncipe de Asturias acabó recayendo en la cabeza de Fernando VII, el deseado, que con el tiempo se convertiría en el más firme detractor de su padre. Ten hijos para esto...
¿Se hacen una idea del panorama reinante en Europa, verdad? Pues hale, adentrémonos en el siglo XIX.
- 1805: Derrota humillante en Trafalgar
El joven general francés, el Napo, crecidito y resacoso de victorias, no resultó ser muy conformista que digamos, y le dio por jugar a conquistar Europa -¡qué manía!, en todos los siglos tiene que aparecer alguno de estos personajes invasores-.
Total, que Napo decidió aliarse con Carlos IV, me imagino que por la fortaleza naval de la Armada Invencible Española, y así poder luchar contra su gran enemigo, el rey Jorge III de Gran Bretaña. Éste, junto con sus aliados del Norte, ya estaba intentando romper la hegemonía francesa en Europa y de paso, tocándole mucho las
La mecha estaba encendida y la tarta iba a estallar en la batalla de Trafalgar.
15 barcos españoles y 18 barcos franceses se posicionaron juntitos cerca de la costa de Cádiz de tal manera que, cuando aparecieron los 27 barquitos ingleses, en dos columnas paralelas, a las órdenes del vicealmirante Nelson -hoy en día un héroe nacional en Inglaterra-, no hubo manera de evitar el hundir la flota: A8, tocado; A9 tocado; A10 tocado y hundido... El despropósito estratégico de Villeneuve, capitán de la flota aliada, fue monumental. Además, vaya usted a saber en qué idioma se entendían españoles y franceses....
Total, que La Armada Invencible, que ya venía arrastrando achaques propios de su edad, dejaba definitivamente de serlo.
Recomiendo "Trafalgar", de José Luis Corral, para sentir de verdad cómo se puede rasgar el orgullo de españolito. ¡Fue todo tan chapucero!
Pero bueno, la historia no se puede cambiar, sólo aprender de ella.
- 1807: Napoleón a la conquista de la península Ibérica.
Ante la derrota de Trafalgar, Napoleón se pilló una pataleta de cuidado y prohibió el comercio de Europa con Gran Bretaña; al francesito le iban mejor las cosas por tierra.
Juan VI, rey de Portugal (de los Braganza de toda la vida) y aliado de Inglaterra, se saltó la norma napoleónica a la torera y éste, que no se andaba con chiquitas, decidió invadir Portugal y atrapar las tropas de Juanete.
Para ello ideó un plan que no era otro que atravesar tierras españolas, acordando con Carlos IV la conquista y el reparto conjunto de Portugal. ¡Ay Carlitos! qué ingenuo... o ¡Manolo!, vaya usted a saber, porque a lo mejor Carlitos estaba de caza. En cualquier caso, las tropas francesas empezaron a cruzar los Pirineos y a posicionarse por toda España.
- Nos dirigimos hacia Portugal, pero bueno, ya que estamos, hacemos también un poco de turismo por los lugares más emblemáticos de L'Espagne, douze points...
Juan VI, rey de Portugal, que vió las orejas al lobo, o a Napoleón, se fue a tomar caipirinhas a su colonia de Brasil. Con el tiempo, su hijo Pedro crearía su imperio particular e independiente en tierras cariocas.
Como dato rosa pero crucial, que sepan que Juan VI de Portugal estuvo casado con Carlota (todo un personaje), hermana de Fernando VII, e hija primogénita de los 14 hijos que tuvo Carlos IV con María Luisa de Parma, ¿recuerdan?. Todo queda en casa.
Para más detalles sobre la huida de la familia real portuguesa y la independencia de Brasil de Portugal, recomiendo el premio Planeta del 2011 ("El Imperio eres tú", de Javier Moro).
- 1808: Carlitos IV / Fernando VII, la Corona de quita y pon.
Ante la política transigente y de concesiones que había tomado Manolo con Napoleón -asumimos que Carlos IV seguía de caza-, Fernando VII, Príncipe de Asturias, con todos sus seguidores, empezó a conjurarse contra su propio padre y contra Manolo.
Como diría María Jiménez: ¡Se acabó!
En Marzo de ese año, los franceses ya estaban de tapeo por todas las tabernas españolas y la cosa se tornó demasiado obvia:
- ¡Qué Portugal ni que ocho cuartos, lo que queremos es... E´paña!
Manolo, ante lo inevitable, empezó a preparar la marcha de Carlos IV a las Américas, pero Fernandito VII, y sus seguidores, asaltaron el palacete de Manolo (motín de Aranjuez) y obligaron al rey a abdicar en favor de su hijo a cambio de salvar la vida de su favorito.
En resumen: Carlitos IV, al exilio francés; Napo, cabreado por el cambio inesperado de escenario; Fernando VII, rey de España; y el tablero de juego español lleno de soldaditos blancos y azules.
Napoleón, aprovechándose de la codicia de Fernandito, lo hizo llamar para concretar acuerdos y reafirmarle en el trono. El encuentro iba a tener lugar en Bayona a finales de Abril. Hacia allí que cabalgó decidido Fernandito, melenas al viento, sin saber que desde el momento que cruzara los Pirineos, se iba a convertir en prisionero de lujo, con castillo, carruaje de dos caballos y pensión vitalicia. Eso sí, a cambio tuvo que devolver la Corona a su padre, desconociendo también (doble engaño), que éste ya había cedido los derechos a la casa Bonaparte; también por dinero y protección. ¡Vaya par de dos, el Carlitos y el Fernandito!
Quedaba demostrado que la palabra y el honor de Napo no valían un real, pero y mucho que le importaba a él, si con ello conseguía sus objetivos.
Objetivo cumplido: Corona en la cabeza de su hermano, José Bonaparte.
Unos días después, el 2 Mayo de 1808, Madrid se levantaba en armas contra los franceses.
Continuará... (denle al continuará de la izquierda para saber cómo termina la historia).
Jajaja! Por-queyo me lo propuse se acabó! ¿Cómo sería la onomatopeya del chasquido de dedos?
ResponderEliminarCreo q me siento muy identificada con el "se acabó!"
Eliminarhttp://www.youtube.com/watch?v=gxSUzbk_AKg
EliminarGran leccion de historia!!
ResponderEliminarEres único!!!
Mil besos