* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

domingo, 10 de noviembre de 2013

Hala, venga, tira

El viernes pasado llegué tarde al trabajo. La razón: un atasco de doscientas narices y de difícil explicación. Les cuento.

Todas las mañanas voy al trabajo por la misma ruta centro, dícese de las calles más transitadas del pueblo, para empaparme del bullicio matinal; bueno, bueno, con el bullicio... Éste lo conforman básicamente elementos de la tercera de edad paseando, de la segunda yendo a trabajar, y de la primera mono-patinando al colegio.

Para situarles un poco más les diré que el pueblo está seccionado en dos partes desiguales por una bonita y ruidosa vía de tren que, además de afear la postal del pueblo, crea las típicas comparaciones entre los que viven a uno u otro lado de la vía. Digamos que un lado está un poco más empobrecido y abandonado que el otro. Los habitantes de uno y otro lado quedan unidos por tres calles paralelas que cruzan por debajo de la vía. Aunque la distancia al trabajo es prácticamente la misma por cualquiera de las calles, este españolito decidió, ya hace mucho tiempo, cruzar siempre por la del medio, la más concurrida, por lo dicho, para respirar algo de normalidad bulliciosa matutina.

Pues hace unos meses, esa normalidad bulliciosa se transformó en pesadilla. Resulta que una de las tres calles quedó cortada por unas obras y claro, todo el mundo se vino a 'mi' calle a celebrar el amanecer. Menudo follón se montó, esta vez sí, de mil narices.

Ahí estábamos todos los coches totalmente bloqueados, sin avanzar ni un ápice y sin ningún policía que se dignara a regular el tráfico. ¡Manda huevos! Un único policía en el cruce habría resuelto el embrollo en veinte minutos. A posteriori me explicaron que la 'Polizei' del pueblo no asume la función de regular el tráfico. Y digo yo, ¿para qué están entonces?. ¿Para hacer controles a españolitos de madrugada los fines de semana?

De verdad, fue desesperante. Pero el cúmulo de la desesperación me lo produjo la falta de sangre de mis queridos conciudadanos. Oigan, ¡ni un solo pitido de coche! Bueno, esto más que falta de sangre creo que se denomina civismo, pero en ese momento, qué le voy a hacer, me acordé de todos y cada uno de los conductores colindantes, por apáticos y por faltos de sangre. Por favor, ¡que alguien haga algo!. Pues no, todos en fila indú y ya nos tocará el turno.

Uno está hecho de otra pasta y, pasadas casi ¡dos horas!, no pude aguantar más. Como diría una buena amiga, haciendo honor a su cantante favorita: ¡se acabó!. Cogí mi coche, lo aparqué en el supermercado que tenía a mi lado en ese momento, y me fui andando a trabajar. 

Este capitulo que les cuento sucedió realmente hace unos meses, y lo tenía ya prácticamente olvidado, pero es que el viernes pasado, de repente, empezó a ralentizarse paulatinamente el tráfico, y claro, uno empezó a alterarse también paulatinamente. Ya me ven en mi coche como queriendo empujar al de delante y rebuznando en perfecto español: "¡¡hala, venga, tira!!" 

Pero como se podrán imaginar, el colega "hala, venga, tira" ni se inmutó. A lo mejor debería haber dicho algo así como: "Verdapmf, fahr, los". (Disculpas a mis queridos  lectores teutones). En cualquier caso, "hala, venga, tira" y este españolito llegaron juntitos -distancia mínima de seguridad de cinco centímetros- a un punto de no retorno, en el cual todos los coches quedaron parados. " Fenomenal, ¿qué  narices habrá pasado esta vez?"

Por suerte esta vez no había pasado nada. Fue el típico embotellamiento producido por peatones que cruzan legalmente por su paso. Elementos de tráfico varios que, cuando se proliferan más de lo normal, provocan un tapón por el simple hecho de respetar las normas a rajatabla. Vamos, igualito que en España. Así que cuando me tocó a mi el turno del paso de peatones, dejé pasar a la abuela, al niño, a la madre, al perro... Me faltó bajar la ventanilla y decirle al que venía a lo lejos: "usted también, pase, pase..." (bueno, todo esto en imperfecto alemán).

Uno de los pasos de peatones ralentizadores
Superado el paso de peatones,"hala, venga, tira" y yo seguimos avanzando cual caracoles al ajillo, hasta que llegamos a otro punto de no retorno, donde un semáforo en rojo parecía querer "descojonarse" de mi. Me rendí, puse la radio a tope y, con la cabeza reposando sobre la mano, esbocé unas sonrisas. Eso sí, cuando el semáforo "cabrón" se puso verde, me faltó tiempo para pitarle a "hala, venga, tira" para que se diera un poquito de vida. No me pude aguantar, lo siento... Ya que iba a llegar tarde, por lo menos probaba si la bocina de mi coche funcionaba correctamente.

La famosa vía del tren y el semáforo "cabrón" (perdón por la expresión)

Por la noche, de regreso a casa -mi 1/3 de villa está situada en el semi-alto de una colina- el acelerador tuvo que aguantar pacientemente el peso de mi pie, que inquieto ansiaba llegar al hogar. Pues oigan, que el no-tengo-ni-idea-quién-es vecino de una villa de la calle, me hizo gestos con los brazos. Pensé: "o me está haciendo la ola en señal de bienvenida, o me está echando la bronca por subir la calle en plan rally".

No perdí mucho tiempo en la reflexión, más bien le ignoré, aunque sinceramente mi sangre me pidió mandarle a la "Scheisse".. Y digo yo, ¿por qué la gente se preocupará tanto por los demás? ¿aburrimiento? ¿control? ¿educadores viales?

En fin, la vida... y el tráfico. Que todos los problemas sean como éste, ¿verdad?

Ya saben, si conducen, tengan paciencia y, sobre todo, no "whatsapeen"... Consejos de españolito.

Hala , venga, tira... Tschüssssssss (bye bye)


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