Resulta que me invitaron a ver un partido de balonmano del equipo local: el ThSV pueblo de Alemania... del Este. Sí, por estos lares hay mucha tradición balonmanística desde los tiempos de María Castaña -vaya usted a saber quién fue ésta- y, claro, la gente lo vive y quieren que lo vivas.
De hecho el año pasado se produjo una excitación global del planeta, digo del pueblo, cuando el equipo local consiguió subir a primera división: la Bundesliga, la mejor liga de balonmano del mundo. Uno de cada dos vecinos lo comentaba. Y para que se hagan una idea, como el pueblo tiene cuatro vecinos, pues dos comentaron la jugada.
¿Y por qué es la mejor liga del mundo? se preguntarán ustedes. Pues porque en Alemania hay euros euros du-bi-dú y los mejores jugadores de balonmano, como cualquier otro españolito perdido por el mundo -no nos engañemos- también juegan por dinero. De esta lucrativa y deportiva manera fue como uno de los mejores jugadores de balonmano de España acabó perdido por estas tierras de Dioniso a principios de año. Si es que lo que no suceda en este pueblucho...
Como se podrán imaginar ustedes, mis queridos lectores surrealistas, iba a faltar tiempo para que nos conociésemos entre los españolitos residentes. ¿Recuerdan a la genuina madre de mi querida familia numerosa? Pues con su característica alegría de vivir conoció, cómo no, a esta nueva pareja española deportista y nos integró al resto en el apasionante mundo del balonmano.
Y así fue como el otro día decidí dejarme ver por el pabellón municipal del pueblo dispuesto a presenciar el partido de la semana.
Les pongo en situación:
Una masa humana de conciudadanos ingiriendo sin mesura panecillos con salchichas (Thüringen Bratwurst) y litros de cerveza. Mezclado entre la masa y también cerveza en mano, un españolito confraternizando con sus compañeros del trabajo. Todo el mundo, claro está, enfundado con las camisetas y bufandas azules del equipo local. Ahí me dije a mi 'selbst':
- Joer, estos lo viven de verdad. Y yo de esta guisa, ¡vestido de pijo español! ¡Olé! Bueno, por lo menos he acertado con el color de la camisa...
Total, que entramos en el pabellón y el ambiente se empieza a caldear.
La charanga estaba en el fondo norte. |
Me aprendí las reglas del juego: "Zwei Minuten" (2'), "Sieben meter" (7m), etc... y hale, ahí estaba aplaudiendo y gritando como uno más. Las gradas del pequeño pabellón municipal estaban abarrotadas. Les diré que el pabellón es tan pequeño que, por normas de la Bundesliga, les han obligado a ampliar el mismo con una cuarta grada. De momento, como no parece que el equipo se vaya a mantener en primera división, el ayuntamiento del pueblo les está dando largas con el proyecto de ampliación.
Total, que al final van y ganan. Sí, el ThSV del pueblo. ¡Histórico! ¡Inolvidable! (incluso para Dora). Nadie, y digo bien, nadie se esperaba ganar. El equipo va penúltimo en la liga y los ánimos digamos que no estaban precisamente por las nubes. Pero este españolito, que a optimista a veces no le gana nadie, había recibido de Lola una señal victoriosa; me imagino que fue una mezcla de optimismo e ignorancia del balonmano.
La alegría del trabajo bien hecho y encima con premio. |
Ante la alegría etílica de los pitufos hinchas, este españolito mantuvo la compostura. Oigan que el pueblo es muy pueblo y por aquí todo el mundo se conoce. Además, como se podrán imaginar, el hecho de ser españolito instalado no ayuda a pasar desapercibido; y menos vistiendo de pijo, camisa azul a cuadritos ideal de la muerte. Ahora, no vean el análisis técnico del partido que me lancé a hacer entre los hinchas y compañeros varios. El mejor jugador, por supuesto, el español.
Ya ven, en lugar de animar al Real Zaragoza todos los domingos como en mi época adolescente, ahora -en una época ya más pre-madura- me dedico a animar al equipo de balonmano ThSV del pueblo. Ya saben, la adaptación de la especie humana al medio según el amigo Darwin.
Pero de verdad, me alegré y mucho por la victoria. Primero por mis conciudadanos. No vean la ilusión con la que animan y viven el balonmano. Todo el partido dando palmas sin arte. Algunos hasta lloraban. Me imagino que en algunos casos serían lágrimas de alcohol y en otros de emoción sincera. Y segundo, por el deportista profesional español, porque se lució y porque sinceramente percibí en él mucho esfuerzo y trabajo. ¡Viva el talento español disperso por el mundo!
En fin, que el equipo baja a segunda división. Sólo quedan dos partidos y ya no hay ninguna posibilidad. Los pitufos hinchas están tristes pero ilusionados por volver a subir a primera división al año que viene. Pues oye, que nadie les quite la ilusión, ¿no les parece?
De momento iremos al partido de clausura la semana que viene a echar el cierre de la temporada. A lo mejor hasta tiran fuegos artificiales. Bueno, lo de los fuegos artificiales es, de verdad, para un capítulo aparte. Compartiremos salchichas, cervezas y abrazos varios con mis conciudadanos y compañeros del trabajo y ya nos despediremos del campeón español.
Ya saben, unos vienen, otros se van y algunos nos quedamos una temporada más en éste nuestro querido pueblo de Alemania... del Este. Y lo bien que nos lo pasamos....
¡Hasta pronto!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Expláyese con libertad y deje aquí su comentario: