* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

sábado, 18 de enero de 2014

Viaje al centro de la tierra

Recién regresado de mi querida "Spain-twelve point" y... con mi cabezón echando humo.

Esta semana he tenido que pisar de nuevo mi lugar de procedencia laboral, y el reencuentro multitudinario con mis ex-compis, dos años y medio después, me ha dejado una huella de nostalgia y cariño considerable.

En fin, pero que ya estamos de vuelta en el pueblo, y me he propuesto retomar el blog, porque últimamente, de verdad, entre una cosa u otra, tengo abandonados a mis queridos lectores surrealistas; y eso no puede ser.

Esta semana les contaré el último espectáculo audiovisual con el que hemos declarado inaugurada la agenda cultural 2014: El fantasma de la Ópera.

Ya saben, un hombre con su cara deformada oculta tras una máscara blanca, que se dedica a provocar accidentes en la ópera de París, llegando incluso a asesinar a personas a su conveniencia. El dicho Don Juan asesino se encapricha de la nueva estrella del teatro -jovén y con pelucón rubio- e inicia, a la fuerza, su particular e imposible historia de amor...

Atención al director de la orquesta "soy minero"

Pero, ¿saben cuál fue el hecho singular de la representación? Pues que no se les ocurrió otro lugar para organizar el espectáculo que las minas de Merkers, lugar donde Hitler escondió el oro expropiado durante la Segunda Guerra Mundial. Sí, unas minas abiertas actualmente a este tipo de espectáculos, ya que su espectacular sala principal -a 500m de profundidad- permite disfrutar de una acústica y una escenificación muy particular.

Después del cocktail de bienvenida en la zona A (nivel cero), nos pusimos unos bonitos cascos de "soy minero" -nuestra experta minera nos recomendó los de rueda ajustable- y nos apilaron a todos en unos montacargas que descendieron durante 45 segundos a una zona B (nivel -200m). Venga, todos a tragar saliva para abrir los tímpanos. En dicho lugar alfabético, unos camiones nos bajaron a toda marcha a través de un laberinto difícil de descifrar -ríanse ustedes de las pirámides de Egipto- hasta una zona C (nivel -500m) o sala principal; la del oro... Pero de esta piedra preciosa, res de res, vamos que me imagino que ya está todo a buen recaudo en el BCE.

Lo que no saben ustedes es el calvario mental que pasé los días previos al viaje al centro de la Tierra.

Resulta que tengo otra tara confesable: soy claustrofóbico al 60%. La escala porcentual me la acabo de inventar, pero para que me entiendan, el hecho de estar en un sitio cerrado rodeado de gente y sin poder moverme, produce que mi pulso pachanguero se despierte de la siesta.

De lo normal, mi corazón suele hacer unos 45 envíos de sangre cada minuto. Pero ante la confrontación con un lugar cerrado, y encima subterráneo, mi cerebro le manda rápidamente un whastapp al corazón para que aumente la velocidad de bombeo.

Aunque sinceramente, al final, el trago fue muy light. Entre risas, fotos y tragos -de los alcohólicos- la bajada al centro de la tierra se hizo muy amena.

Recién llegados al centro de la tierra: la sala del oro.
El espectáculo en sí fue muy bonito. Christine, la cantante principal del pelucón rubio, nos deleitó con una voz espectacular, pero el resto del reparto, ya se podían haber quedado en Tarazona a disfrutar de la tomatina. Qué estricto crítico operístico me he vuelto. Como si uno supiera de esto... ¿Recuerdan Carmen y Turandot?

Terminada la historia de amor cantada, aún hubo tiempo para que una pareja de enamorados de la vida real se dieran el sí quiero encima del escenario delante de todos los presentes. ¡Qué bonito! No la petición pública de matrimonio -uno 'selbst' nunca haría algo así-, sino ver a mi querido Teufelcillo observando la escena con lágrimas en los ojos...

Para salir del centro de la Tierra, tuvimos que esperar casi dos horas, y es que se pueden imaginar que tanto público había que sacarlo de nuevo a base de camiones y montacargas. De camino hacia arriba, le pedimos sinfónicamente al señor conductor, en perfecto español, que tocara el pito, y oigan, que lo tocó...

Ahí está el final de la cola, dos horas después.

Toda una experiencia lo vivido en el centro de la tierra, pero digamos que... una y no más Santo Tomás. Vaya usted a saber porqué santificaron a Tomás (no me apetece buscarlo en la wikipedia).

Y digo yo... ¿por qué a uno no le daría por estudiar en su momento, en lugar de Ingeniería Industrial, canto e interpretación? Hale, ahí les dejo esta duda existencial...

Hasta la semana que viene.


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