He aquí el hotel. |
En la recepción del bonito hotel, con las tetas a punto de estallar, digo con los brazos abiertos, una joven austriaca les da la bienvenida embutida en un muy apretado corsé tirolés.
- Guten Abend. Tenemos una reserva a nombre del tío Gilito. Sí, procedente de España. Nada, aquí al lado. Que hemos venido a pasar el fin de semana. ¡Ah! por cierto, ¿no conocerá a Frau... sí, la dueña del hotel y de los apartamentos?-
- Wer (quién)? Frau Helga? Sí, es mi suegra.- Respondió la tirolesa del canalillo escarpado y con una sonrisa difícil de descifrar.-
- Ja genau, Frau Helga, que no me venía el nombre. Anda, mira qué casualidad, así que ¿tu eres su nuera?. Pues le diga que somos los españoles que estuvimos aquí en Noviembre del año pasado. Sí, yo soy el del jamón. Seguro que me conoce.-
- Ach so...- Contestó ella de nuevo con cara de desdén mientras les daba la llave en señal de: ¡el siguiente!
El cansancio del viaje hizo que los españoles se batieran en retirada.
A la mañana siguiente, cuando los españoles se disponían a desayunar en una mesa con vistas que no estaba reservada para ellos, vino una amable mujer a decirles que en esa mesa no, que en esta otra. Ante esta degradación de mesa, los españoles decidieron, por aclamación dual, dejar el buffet libre temblando. Hasta se hicieron unos bocadillos de picnic para comer en plan domingueros durante la jornada de esquí. Porque claro, ¿para qué disfrutar de los espectaculares y panorámicos restaurantes que ofrece la famosa estación alpina, pudiendo comer unos bocadillos de salami, jamón y queso sentados al sol con una cerveza en la mano?.
Total, que en mitad del devastador desayuno matutino, a los españoles les dio por entablar conversación, cómo no, con la camarera del hotel -muy húngara ella- que tuvo que responder al típico cuestionario del tío Gilito. La pobre acabó confesando todos sus pecados y hasta se arrepintió de haberles negado anteriormente la mesa con vistas. Como penitencia recibió un Ave Mary y dos Vater nuestros y quedó en libertad.
Con permiso de la húngara, bocadillos al bolsillo. |
El conductor del hotel -esloveno él- acercó a los españoles a la estación y en mitad del trayecto, claro está, también se produjo una confraternidad a la fuerza. Por supuesto era de interés público conocer la historia inmigrante del conductor. Una vez desveladas ambas historias migratorias, los españoles descartaron la posibilidad de lío entre húngara y esloveno; como si realmente les importara mucho...
Abandonados a su suerte en la góndola principal, ésta vez sin contratiempos ni olvidos inesperados, los dos españoles disfrutaron de una jornada de esquí espectacular. Al final de la misma, agotados y reventados de tanto pre-, ante-, desde-, para-, por- y apre-esquí junto, regresaron al hotel a descansar un poco y ahí, por fin, tuvo lugar el tan ansiado reencuentro.
Sí, Frau Helga, la dueña del complejo hotelero alpino, tuvo a bien pasar a saludarles. Me puedo imaginar a la nuera, al hijo, a los nietos, a la camarera y al conductor, hablando de dos españoles zumbados recién llegados que no paraban de preguntar por ella.
Llaman al teléfono de la habitación y los dos españoles, uno más que el otro, en mitad de una orgía acústica de ronquidos sin ton ni son.
- Frau Helga que ha venido a verles.-
Se hizo el silencio. Ya ven al tío Gilito embriagado de la emoción y al otro españolito, resignado, pero muerto de la risa bajando a medio vestir para saludar a Frau Helga. Besos y abrazos y mucha emoción ante el reencuentro.
A lo que en mitad de la exaltada conversación, va y le dice Helga a su hijo:
- La próxima vez que vayamos a Mallorca llamaremos al tío Gilito para que nos la enseñe.-
-¡Pero si yo vivo en Barcelona!- Respondió el tío Gilito cariacontecido.
- Bueno, pues Barcelona. Qué bonita ciudad...- Como el tema no iba por buenos derroteros, el tío Gilito hizo un quiebro y se puso a hablar del jamón.
- La próxima vez que venga le traeré jamón Deibérica de regalo, porque el que tiene su hijo en el buffet es una mierda.-
Así, de frente, haciendo negocios con el hijo. En cualquier caso, ahí estaban todos reunidos. Helga, el novio, el hijo, la nuera (la del canalillo), los nietos, la camarera, el conductor... y dos españoles zumbados a medio vestir charlando sobre el jamón español.
El día después amaneció nevando a todo nevar y los españoles tuvieron que regresar a Frankfurt con el navegador del coche estropeado. Esquiar, esquiar, no es que esquiaran mucho, pero me imagino que las risas que se echaron compensaron todo el fin de semana. Y oigan, que encima se han hecho íntimos de Helga y de toda su familia.
La aventura alpina, si Lola da el visto bueno, continuará en Noviembre 2014. Helga les ha reservado ya el apartamento más grande de su imperio alpino, y los españoles zumbados volverán con refuerzos.
Se cierra el telón: "Ischgl, que Dioniso nos coja confesados".
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