* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

sábado, 30 de agosto de 2014

¡Luces, cámara y acción!

La historia que les voy a contar hoy tuvo lugar realmente antes de que comenzase mi periplo vacacional por  "Spain-twelve points". Recuerden que el blog es atemporal, como mi piel, y va por libre.

Resulta que un buen día de Julio -menudo mes el de aquel año- se presentó una cadena de T.V. alemana en mi "no-tengo-suficientes-adjetivos-para-definirlo" lugar de trabajo. Su objetivo: grabar el proceso de fabricación de un producto de inminente salida al mercado.

Por azahares del destino, este españolito iba a ser el elegido para conceder una entrevista a tan teutón medio de comunicación. Sí, este españolito, acento español incluido. A día de hoy, aún sigo rogando a todos los santos (San Mojito, Dioniso etc...) que no pongan subtítulos al video. Mi relativamente crecidito orgullo podría sufrir un severo revés a dos manos si durante la exposición pública del mismo mi actuación requiriese de frasecitas traductoras. Se verá... Lola seguro que ya lo ha visto.

Total, que llegaron los periodistas a mi segunda casa (por aquello de las horas que pasamos en ella) y nos los llevamos de paseo por la línea de producción. Al cabo de una hora de tomas y retomas, para, graba, no hay luz, pon luz, habla, calla, vuelve a hablar, te pongo una mini-cámara y le hablas a la mini-cámara, desembocamos, cual río Ebro en el mar Mediterráneo, en una sala perfectamente iluminada y sin escapatoria posible (por lo de la atemporalidad de mi piel). La escena, de verdad, fue de película.

Imagínense el producto en cuestión a presentar y una silla. Pues ya está. Ya tienen la escena descrita.

Me sientan ahí: cuello recto, brazos relajados, cabeza la giras veinte grados, un poco más, un poco menos, no cruces la pierna en plan macho ibérico, ahora le quitamos el sudor de la cara... ¡De película! ¿Pero esto no se supone que iba a ser una entrevista dinámica espontánea en plan charleta de amigos? En fin...

Delante de mí observo movimiento: la periodista, el cámara, el ayudante de cámara, el de iluminación, el micrófono volador, una trabajadora de la iluminada sala con sonrisa contenida, el ojo avizor de la responsable de comunicaciones y, cómo no, mi mano derecha profesional que discretamente se aseguraba de que todo saliese bien.

¡Luces, cámara y acción! Ni guión previo, ni chuletas. ¡A las papas bravas! Con lo poco que hubiera costado enviar un listadito de preguntas con el que poder preparar con antelación esas típicas respuestas tan bien sonantes y políticamente correctas... Pero no. Venga, improvisemos. ¡Qué viva la espontaneidad! y ¡qué viva Goethe!

Desde la primera pregunta dejé mi marca y seña. No vean los rollos que soy capaz de meter. Vamos, vamos... Yo creo que la periodista pensó:

- En la segunda pregunta le pido que me contesté con un "Ja" o un "Nein".

Pero no. La segunda pregunta vino igual de genérica y sin recortes que la primera y, claro, la respuesta no lo iba a ser menos, esto es, fue todo un paseo de ida y vuelta por los cerros de Úbeda. A mitad del paseo, Dora me mandó un whatsapp para que alargara todavía más la duración del mismo, porque ¡se le había olvidado la pregunta! Ya ven, todo menos soltar el típico:

- Entschuldige (disculpe), ¿cuál era la pregunta?

Pero no hubo necesidad, mi Dora es mucha Dora y ante de volver de Úbeda ya había contestando a la pregunta de la periodista que, por cierto, miraba con sospechosa cara de atención. Yo pensé:

- O no me está entendiendo nada, o realmente le parece muy interesante lo que le estoy contando.

Con la tercera pregunta ya me vine arriba y mis articulaciones empezaron a participar en la repuesta. ¡Venga! Esos brazos pa'rriba y pa'bajo...  Esa pierna cruzada (se me olvidó lo del macho ibérico). Ahora la descruzo. Ahora la vuelvo a cruzar.... Vamos, todo un derroche de pasión a la española, o mejor dicho, a la "españolito perdido en Alemania... del Este".

Y así durante un buen rato hasta que de repente la periodista se dio por satisfecha y dijo.

- OK, ya hemos terminado.

- ¿Cómo que ya hemos terminado...? Ahora que empezaba a sentirme a gusto. ¡Hazme otra pregunta!

Pues nada. Nos apretamos las manos en señal de despedida y agradecimiento y a Dioniso muy buenas.

Tras el "luces, cámara, acción" una cosa me quedó clara. No ha nacido una estrella en el mundo de la televisión, ni de la prensa del corazón.

Así que nada, nos conformaremos con seguir disfrutando de una especie de estrella particular que siempre me ha iluminado. Hay quién lo llama nacer con una flor en el culo, pero yo prefiero hablar en términos galácticos. Entre Lola y esa estrella, de momento, siempre han acertado el camino a seguir...

En fin, que ustedes terminen bien este inicio de invierno y nos vemos en la primavera. Y es que por aquí andamos un poco perdimos con esto de las estaciones climatológicas.

Hasta entonces, les mando un abrazo.

La foto no pega ni con cola con el ¡luces, cámara y acción!, pero es un adelanto del próximo post: I love Frankfurt!







sábado, 23 de agosto de 2014

Una salchicha, un panecillo y mostaza

Ya estamos de vuelta en el pueblo. Sí, Dora y este españolito han vuelto a hacer acto de presencia en el archiconocido -ni archi, ni conocido- pueblecillo de Alemania... del Este. Y, de verdad, no han pasado ni dos días del regreso y, pese al regimiento de pastillas vitaminadas y tres veces omeganizadas que mi querida "sister" introdujo en mi maleta -les juro que pensé que esta vez me detenían en el aeropuerto por tráfico de drogas-, ya me he resfriado. En fin, una de dos:

1) O mi organismo, ya saben, regentado por Dora, no ha aceptado que se termine el periplo vacacional y me está diciendo que me vuelva para España pero ya; y es que "Spain-twelve points" es única (para lo bueno y para lo malo).

2) O el hecho de presentarme en la gasolinera del pueblo a las doce de la noche en pantalones cortos -amarillísimos, eso sí- y en sandalinas playeras todavía con restos de arena, con una temperatura ambiental de siete grados Julius, digo Celsius (Julius es el cocinero favorito de mi amiga Lara Crawford), ha invitado a todo tipo de microorganismos a visitar mi macroorganismo y, claro, éste último se ha puesto a la defensiva.

La guisa: mis "anda-que no-han-dado-de-sí" pantalones amarillos favoritos.
Voten ustedes mismos cuál de las dos opciones creen que es la correcta.

Uno, guiado por la objetividad de los acontecimientos, se decanta más por la segunda opción. Y es que no vean la cara del gasolinero bigotudo teutón, muy muy teutón, cuando de repente se le acerca un tipo con un tono de moreno de piel cinco veces superior al suyo y, de la guisa previamente mencionada, le pide en imperfecto alemán algo para comer. Pues va el tío y me vende una salchicha cocida, un panecillo y mostaza.

¡Bienvenido a Alemania!

Atrás quedaban en el recuerdo de Dora -ésta cuando quiere se acuerda de todo- el sashimi de atún de almadraba en El puerto de Santa María (Zaragoza); las empanadillas de Encarna o de la madre del cocinero argentino -ni idea si realmente se llama Encarna- en El indio malo (Tubo de Zaragoza); la ensaladilla rusa de la madre del tío Gilito (Denia); la ensalada de pulpo y el steak tartar de la Paca en La Seu (Denia); el pincho de vieira y gamba en El Bula (Zaragoza); la bomba en la Cervecería Moritz (Barcelona); el sushi del Miu (Barcelona), etc.


Ésta es la ensalada de pulpo de la Paca

En fin..., que ahí estaba uno tiritando con su salchicha, su panecillo y con un par de sobres de mostaza.

Este impagable momento -bueno, realmente pagué tres euros por el kit gastronómico de bienvenida- tuvo que ser una señal inequívoca del cielo para recordarme quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Pues si la señal pretendía esclarecer alguna de las anteriores cuestiones no lo consiguió. Sólo consiguió saciar mi apetito y ensuciar mi conciencia pre-maratoniana.

Total, que envuelto en el gélido manto de la noche me dirigí a mi 1/3 de villa donde, sorpresa, mi querida abuelilla, colaboradora habitual en las labores del hogar, había tenido a bien dejar todas las ventanas abiertas en señal de bienvenida ventilada.

Oigan, que en mitad de Agosto y ¡con el pijama largo y el edredón de invierno hasta el cuello! El despertador me iba a recordar unas horas más tarde el comienzo de un nuevo ciclo de este loco y surrealista viaje. ¡Mi cuarto año de expatriación! Vale, sí, cuarto año y todo lo que quieran, pero lo primero que hice cuando me atreví a divorciarme del edredón fue encender todos y cada uno de los radiadores del hogar.

Ya ven, aquí estamos con un frío que pela... y pela de verdad. Mi "como-en-mis-tiempos-jóvenes" piel playera color tizón ha empezado a desprenderse de mi ser. Y digo yo: ¿había necesidad de un pelado cutáneo tan rápido?

Yo creo que no pero bueno, por lo menos las vacaciones han conseguido que vuelva a estar más "p'acá" que "p'allá". Gracias a todos los que de una manera u otra lo han hecho posible. La desconexión del pueblo y de todos sus co-habitantes ha sido de libro. Me lo recomendó la terapeuta Dora -ahora va de terapeuta, como si no tuviera bastante con hacer de disco duro selectivo- y su terapia ha funcionado.

Así que hoy, queridos lectores surrealistas, empezamos un nuevo ciclo: una salchicha, un panecillo y mostaza.

Que ustedes lo vean, lo beban, lo lean o simplemente lo disfruten.