* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

sábado, 28 de febrero de 2015

50 sombras de...

Ave María Purísima. Pecando todos los días.

Sí, les confieso que el otro día -San Valentín- fui a ver la premiere de "50 shades of Grey". ¿Cómo se han quedado? De "Stein", ¿verdad? Pues palabrita del niño Jesús que ahí estuve codeándome -del verbo codear pero en reflexivo- con todas las parejitas alemanas.

Así por adelantado les diré que paso de Valentín, de su proceso de santificación, del bestseller mundial de Grey y de todos sus juguetitos sádicos. Toda esta parafernalia se aleja, y mucho, de mi cotidianidad "puebluna". Pero bueno, tenía un cita apalabrada con una buena amiga de Erfurt y, pese al trancazo que empezaba de nuevo a florecer en mi body, mantuve mi palabra cinematográfica y nos dejamos ver por la alfombra roja.

Antes de adentrarnos en el maravilloso mundo de Grace, digo de Grey, decidimos ir a cenar algo al restaurante italiano de la esquina. Muy auténtico éste.

Entramos. Todo lleno de parejitas alemanas y corazones en las mesas. Nos ofrecen una copa de Lambrusco y, oigan, tan ricamente... A los cinco minutos nos sientan en una mesa y nos pedimos otra copa de Lambrusco; ya saben, la teoría de no mezclar. Era un poquito Don Simón pero y ¡qué más da!

Llega la camarera, muy robusta, tatuada y alemana ella:

- Guten Abend
- Bonasera (uno es políglota improvisado).
- Was wollen Sie? (¿que desean los señores?).
- Ya estamos. Echando años de más. ¿Qué nos recomiendas? (ahora voy yo y te tuteo).
- Alles (todo)
- ¿Y algo en particular? 
- ¡Spaguetti mit Knoblauch! (Espaguetis con ajo)

Casi me parto. ¡Venga! Ración doble de ajo para todos el día de San Valentín. Pues, oigan, que me pedí los espaguetis con ajo y resultaron estar exquisitos. Además como tenía al "body" de nuevo en huelga -resfriado anti pueblo-, se supone que el ajo debería ayudar a las defensas, ¿no?

En fin, llegamos al cine. A la española. Tarde y hablando con un altavoz en la boca. El volumen de una conversación en español o en alemán dista un abismo; no se hacen ustedes a la idea.

Y como en Alemania se puede entrar al cine con lo que quieras, decidimos entrar con el altavoz en la boca y con un gintonic en la mano (esta vez nos pasamos por el forro de la chaqueta la teoría de no mezclar).

- ¡Zwei Gintonics, bitte! A lo que se me acerca un camarero espigado de melena rubia con las extremidades superiores tatuadas y la cara multi-mini-perforada.
- Primero voy a atender a las señoritas de su izquierda y luego le atenderé a usted. Vamos, que me espere. (...) Al rato vuelve.
- ¿Qué desean los señores?
- ¡¡Zwei Gintonics, bitte!! (observen que hay un palito más de exclamación)
- OK (aquí en lugar de "marchando" dicen OK).

Se da la vuelta, empuja con la mano el tacón de la suela de su zapato -parece que la llevaba suelta- y se dispone a elaborar nuestro pedido.

El colega no percibe -o si lo percibe no le importa mucho- que hay más gente esperando y se recrea en la elaboración del gintonic como si no hubiera un mañana. Si ya les digo yo que otra cosa no, pero la ejecución alemana es muy buena (obviemos el momento suela del zapato).  1 +1 = 2 y si en la receta pone 50ml de ginebra, yo mido que en la copa no caiga ni un ml más de ginebra. Eso sí, como la receta no me dice cuántos hielitos, optimizo y pongo los justos.

Universal:

 ¡Anastasia! ¡Christian!

La película, ni fu, ni fa, ni chicha, ni limoná, pero ¡vaya, vaya, con las sombritas de Grace, digo de Grey!

El poder de la mente.

En fin, me voy al gym que parece que el "body" se está empezando a reconciliar con el mundo. ¿Habrá sido el ajo?

¡Que pasen buen fin de semana!


jueves, 19 de febrero de 2015

El burro fotogénico

Amanezco. Miro a través del estor cero estanco de mi habitación y observo que hay luz en la calle. Dora empieza a desperezarse y a reflexionar.

-¡Joder! ¡Si tengo que ir a trabajar! No me lo puedo creer. Me he quedado dormido.

Miro el móvil y observo que está apagado. Pues muy bien, a buena hora ha decido auto-apagarse. De "smart phone" tiene muy poco.

Pero vamos, tampoco se vayan a creer a hora que he saltado de la cama en plan muelle. No. El amanecer lo tengo estandarizado y no perdono mi desayuno rico en vitaminas y potasio: zumo de tri-naranjas, plátano, cucharón de miel y el príncipe azúl nadando a mariposa en café con leche.

Les reconoceré que tanto desayuno plátano-miel-vitaminado no sirve para nada porque ya llevo dos resfriados en lo que va de año. Pero bueno, por lo menos disfruto del momento desayuno mientras leo la prensa no local; me interesan muy poco las noticias del pueblo.

Una vez acicalado, pero sin afeitar -algún remordimiento tenía y decido ahorrar tiempo- me meto en mi super coche y salgo disparado dirección a mi lugar de trabajo.

No sé si se acordarán mis queridos lectores surrealistas de mi post "hala, venga, tira". Pues resulta que en la misma calle de aquel post -no hay muchas más calles en el pueblo- ya hace un tiempo me pusieron una multa por exceso de velocidad. En zona urbana, o puebluna, sólo está permitido conducir a 30km/h y como yo llevo muy mal eso de la integración, sigo conduciendo a 50km/h.

Las multas por este país no son caras pero, eso sí, son muy frecuentes. No pasan ni una.

Total, que esta mañana, ya saben, con las prisas, los pelos un poco a la virulé y la barba de tres días -look trendy forzoso- decido acelerar un poquito. Nada, eso que el subconsciente del pie decide presionar ligeramente el acelerador. Pues oigan, que al momento un flash me ha dado en toda la jeta y encima por el lado derecho -mi peor perfil-. He de reconocer que el tamaño de mi narizón se acentúa a estribor.

¿Se pueden creer que era el mismo radar que me puso la multa el año pasado? Claro, en el momento del flash desaceleras, pero ya es demasiado tarde. Seguro que hay algún policía descojonándose desternillándose de risa... -Nada, a ver cómo salgo en la foto.

Llego a la oficina y mi queridísima secretaria me espera con doble cara: -1) a éste le pasa algo y 2) ya era hora. Decido no desvelarle mis desventuras matutinas y obligo a Dora a centrarse en la agenda.

En fin, ya saben aquello de: "ningún burro tropieza dos veces en la misma piedra"

Pues nada, ya sé que no soy un burro.



El burro fotogénico



domingo, 15 de febrero de 2015

Alucina Fuentespina

Rojo que te quiero rojo; bueno y algún que otro violeta también. Ya está el daltónico que todo lo ve...

Añejo al olfato. -¿Estará pasado? Centrifugo la copa y decido darle una segunda oportunidad. Las primeras impresiones no siempre son acertadas, ¿no? Meto mi prominente narizón dentro de la copa. Buff, complicado: tanto el meter el narizón dentro de la copa, como el tratar de discernir algún olor. -Esto huele a viejo o a madera pasada.

En fin, sigamos con aquello de las oportunidades.

Sorbiendo estoy. ¡Venga! ¡Explosión de sabores! -A mí me sabe a vainilla. Pues a mí me sabe a piel. ¿Será bueno que un vino sepa a piel? Vuelvo a plantearme la opción radical de tirar la botella y abrir una nueva.

Deshecho la opción y seguimos analizando.

Observo las caras de mis queridos Teufelcillo y Pedro. -Pero quién me mandará a mí meterme en regalar un vino sin haberlo probado previamente. ¡Vivan los riesgos! Menudo "cacao maravillao" llevamos con el vinito.

Me alimento en un intento por amortiguar la eclosión del vino. Mientras como, mareo la copa en plan: -A esto hay que meterle oxígeno. No me puedo resistir y vuelvo a darle otro sorbo.

-Piel, vainilla y... ¡un bosque entero de frutos rojos! Aquí hay de todo. El que lo haya elaborado se ha quedado tan ancho. 

Y de repente todo desaparece. -Joder, pues sí que ha durado poco la intensidad. Tránsito fácil, sin tráfico ni congestiones y, oye, que a otra cosa mariposa.

La cena transcurre entre risas y discusiones terapéuticas. Al rato acabamos corporalmente extendidos en el sofá, con el vino jugando con nosotros al despiste. Observamos que el cristal de las copas está lleno de huellas: labios, dedos y lágrimas de vino; vamos, alcohol a tope. Encima nos ha salido llorón. Del todo despistados decidimos dar por concluida la velada. -¡Cariño, mañana a las 16h en casa! Si no fuera por estos raticos...

Desaparezco en mi querida Suite 105 (cuarto de invitados) y caigo rendido a los deseos de Morfeo.

El día después, entre reunión y reunión, reconozco que tuve algún que otro momento de recuerdo de la noche anterior. Nunca me había pasado con un vino que el día después volviera a pensar en él. -¿Era vainilla?¿Arándanos? Me voy a tomar un café...

Y por una vez no estoy ironizando, ni hablando de resaca. Fue una reflexión real sobre lo vivido con el vino la noche anterior. Los sentimientos experimentados. La manera de afrontarlo de principio a fin. La importancia de las personas acompañantes a la hora de eliminar efectos astringentes.

En resumen, un vino complejo lleno de contradicciones que me imagino que habrá que ir conociendo. Pero en la dificultad de los acuerdos reside la gracia, ¿no les parece? Y como uno es así de indómito, he decidido que volveré a intentarlo.

Moraleja: La vida es un Fuentespina (crianza 2009).


Inclinen la cabeza 10º hacia la derecha para observar la foto.


domingo, 8 de febrero de 2015

¿Por qué desaprovechas tu vida?

No se preocupen. El título del post no es ningún indicio de locura. Al final del mismo lo entenderán todo...

Vuelvo de Frankfurt. Acabo de recoger a dos amigas procedentes de mi querida "Spain-twelve points".

Lola vaticina un fin de semana muy especial. Para celebrar el reencuentro nos comemos un vudú en forma de donut, o viceversa. Nos dirigimos hacia el Este. Unas interminables praderas blancas salpicadas de típicas casitas alemanas iluminan nuestro trayecto a ambos lados de la autopista. El skyline de Frankfurt se difumina a nuestras espaldas...

Llegamos al pueblo. A modo de aperitivo decidimos andar y desandar el paseo de Independencia -la calle principal-. Se pueden imaginar ustedes, mis queridos lectores surrealistas, que el pueblo está engalanado para semejante ocasión;  no son muchos los aventureros no alemanes que deciden perderse voluntariamente por estos lares.

En el calendario de festejos conmemorativos de mi comunidad de vecinos hay programada una cena de bienvenida en mi 1/3 de villa. Y con la expectación pueblo-vecinal reinante, a este españolito perdido, valiente o inconsciente como él solo, no se le ocurre otra cosa que experimentar con cocina molecular.

En fin, manos a la obra. No hay tiempo que perder. Los vecinos, exultantes de alegría por la novedad exótico-mediterráneo-tropical, están convocados a las seis de la tarde y otra cosa no, pero en este país la puntualidad brilla por su presencia. En la cocina, el trabajo en equipo fluye perfectamente -corre, corre que te pillo- entre risas y Gvine-tonics. He aquí el resultado final:

- Solomillo de cerdo relleno de dátiles, pincelado con una crema de castañas y acompañado de patatas y batatas marineras.
- Tarta de chocolate nominativa regalo de la abuelilla.
- Turrón de crema catalana con praline de carquiñoles y caramelo. Turrón de frambuesa con azúcar de flor de violeta. Las creaciones navideñas fueron obra y gracia de Albert Adriá y generosidad de las homenajeadas.
- Caldos de La Rioja Alta.

Seis de la tarde. Llegan los primeros vecinos. Los temas de conversación se empiezan a deshilachar en todas las direcciones y en todos los idiomas que ustedes se puedan imaginar. Esto no hay quién lo modere. Goethe, Shakespeare y Cervantes seguro que se están echando unas buenas risas.

Eso sí, entre deshilachado y deshilachado parece que todos los invitados comen con buena gana. No me lo puedo creer. ¡No ha sobrado nada de cerdo molecular! Alucino. Y eso que la crema de castañas había requerido de un proceso de rejuvenecimiento a base de una técnica láctea milenaria elimina grumos.

¿Cuál habrá sido el secreto del éxito de la cena? ¿El vino? ¿Atar el cerdo? ¿Dejar las patatas navegar en alta mar? ¿cantar por José Luis Perales? ¿Deshilachar? Vaya usted a saber.

Día 1 superado y disfrutado. El agotamiento nos invade y Morfeo nos abre el embozo.

Abro los ojos. El día amanece con un espectacular cielo azul. Murphy está algo irreconocible últimamente. La nieve y el sol irradian alegría. Otra cosa no, pero pasear por el bosque colindante al pueblo con este decorado natural es sencillamente precioso.





Como complemento matutino decidimos llevarnos una petaca mega fantástica forrada con piel por fuera y con Gvine-tonic por dentro. Ya no sabemos si nos caemos por culpa de la nieve o de la petaca. Y no vean las contorsiones cervicales para apurar las últimas gotas. Unas risas.

La típica Thüringen Bratwurst -salchicha tradicional del lugar- y una fría cerveza en una cabaña del bosque cerrarían un fin de semana para el recuerdo. Y como Dora pincha un poquito en esto último, aquí lo dejo plasmado en nuestro querido y surrealista blog.

Ya de regreso a Frankfurt -las praderas blancas se difuminan a nuestras espaldas-, decidimos montarnos un karaoke en el coche. Espero que en las próximas semanas no me llegue a casa una multa con una foto mostrando explícitamente a tres personas cantando con una botella de agua en la mano. Y si llega, pues nada, la enmarcaremos.

¿Saben cuál fue la canción del karaoke? "Pourquoi tu gaches ta vie".

No entiendo ni papa Francisco lo que dice la canción, pero creo que el estribillo viene a decir algo así como:

¿Por qué desaprovechas tu vida?

No tengo la respuesta. Eso sí, no intenten pasar unas tijeras por el control de un aeropuerto...