* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Navidad: Por el amor de esa mujer

Y terminaremos la trilogía navideña, y con ella el año 2014, con: Tu Voz.

Tu voz. La suya, la nuestra, la de todos. Una de esas noches de verano, digo de invierno, bueno más bien de Navidad, que terminamos de cenar y decidimos adentrarnos en un karaoke. Un karaoke. Lo más. 

Lo dimos todo. Cantar bien, lo que se dice cantar bien, no parece que lo hiciéramos mucho -por lo menos por la parte que le corresponde a este españolito expatriado y temporalmente reintegrado en su ciudad de origen- pero lo bien que lo pasamos no tiene precio. Me debato entre colgarles un vídeo ejemplo, que no ejemplar, de la noche. Sigo contándoles y ya veremos al final...

Por el escenario pasaron Julio Iglesias, Miguel Bosé, Ricky Martin, Celia Cruz, Joaquín Sabina, Las Nancys Rubias (me encanta), los Siempre Así (a su manera), Abba, José Luis Perales y compañía (las gaviotas) etc.

Pero estaba a punto de suceder uno de esos momentos que inesperadamente consigue quedarse para siempre en el disco duro de Dora; tarea ésta harto difícil. Mi querida "Manuela, ¡venga!" lo grabó todo, pero sigo dudando si colgarlo o no... Luego lo decido.

Sí, de repente subieron al escenario -y bajaron y volvieron a subir- Bustamante y Alex para cantar al multi-sono: "por el amor de esa mujer".

Destrozo total y absoluto. Los colegas no pillaron el tono desde el principio y, claro, no lo encontraron en toda la canción. Hubo intento de rescate por parte de amigos que salieron a cantar a la desesperada, pero ni con esas. Si Bustamante me da permiso, a lo mejor cuelgo el vídeo al final...

El resto de la noche fue un auténtico reflejo de la España cañí y alegre. ¡Viva lo cañí!
Tuve algún momento de reflexión (realmente muchos) sobre mi expatriación. Sinceramente me encantó ver a la gente tan feliz cantando o destrozando canciones pero, ¡y qué más da! si de lo que se trata es de disfrutar del momento y de tu gente.

Conclusión: tengo que abrir un karaoke en Frankfurt. Lo hablaré con el Gran Tío Gilito.

Y así concluyó más o menos mi periplo navideño. Este año no he podido ver a todos los que hubiese querido, pero para todos ellos van también, por supuesto, mis mejores deseos.

En el AVE de vuelta no pude dejar de llorar -de risa- visualizando una y otra vez el famoso video "por el amor de esa mujer". El vecino de asiento me miraba con cara de "¿¡a éste qué le pasa?!".

Horas más tarde, el descojonamiento la hilaridad descontrolada se repitió en el avión. Esta vez la japonesa de al lado me miró con cara de "qué raros son estos europeos. ¿Será europeo?". Y de repente me quedé dormido.

Recién aterrizado, la nieve congelada sobre mi coche me devolvió de un porrazo a una surrealidad ya casi olvidada. "Willkommen in Deutschland". Me costó un buen rato limpiar el coche, pero bueno, tuve banda sonora de acompañamiento. ¿Se la imaginan?


Qué bucólico ni qué ocho cuartos. ¡Un coñazo! Y los guantes en la maleta...

La conclusión de mi debate interno ha sido que las risas son más importante que cualquier otro ingrediente, así que esta noche brindaré por un año 2015 lleno de salud -cierro estas líneas sonándome los mocos- y lleno de carcajadas.

Y por si les ayuda en esto último, aquí les dejo el vídeo.

¡Muy feliz 2015!


Y aunque la única conexión entre capítulos haya sido temporal, esto realmente era una trilogía. Vamos, lo que viene siendo una entrada muy larga dividida en tres partes.

Navidad: Soy de Aragón
Navidad: Let it go, let it go
Navidad: Por el amor de esa mujer

martes, 30 de diciembre de 2014

Navidad: Let it go

Y continuó...

Sí, el día después me quedé "frozen", por muchas razones, pero sobre todo por el villancico que nos aprendimos con mis queridos potrillos salvajes.

Ocho de la mañana. No tengo nada mejor que hacer estando de vacaciones que llevar a mis sobrinas -los mencionados potrillos salvajes- al colegio. Recién levantados. Mis ojos verdes -o marrones- no se quieren abrir. Un potrillo se reboza en el sofá con cara de "quiero dormir más". El otro me pide por favor que le haga una coleta de caballo pero sin tirones. Mientras nos preparamos para salir de casa, entonamos nuestras gargantas al ritmo de nuestro villancico particular:

Let it go, let it go...

Mi "sister", de los nervios, hace los acompañamientos musicales un poco a estilo rap:

- ¡Que te vistas ya! ¡Las raquetas! ¡Que llegamos tarde!

Faltan quince minutos para las nueve de la mañana y nos encontramos todos en el parking del cole: las mamás y este españolito. Observo que los potrillos salvajes desarrollan cierto sentido del ridículo al estar rodeados de animales de su misma manada, con lo cual, y muy a mi pesar, una vez integrados en su hábitat escolar natural decido cesar el karaoke. Eso sí, al darles el beso de despedida en plan abuela, y sin perder de vista con quién se juntan, les susurro al oído:

Let it go, let it go.

Ese mismo día me tomé un aperitivo con una de las mamás. Es lo que tiene llevar a tus sobrinas al colegio... Y oigan, que entre ensaladilla rusa y cervezas con limón, se desarrolló una conversación de lo más interesante, llena de sensatez y sentido común.

La semana siguió su tradicional curso navideño. Exceso de todo; de todo, todo. La familia de mi cuñado, "si-si-sister in law" incluida (concuñada), se fue incorporando progresivamente al tsunami navideño, lo que produjo una muy esperada re-activación del mismo.

Esos langostinos sumergidos en mayonesa. Esas gambas a la plancha que producen una succión de dedos como si no hubiera nadie sentado a tu lado. Ese exquisito ternasco de Aragón que se hace hueco a la fuerza en el estómago. Ese vino que es mejor que el tuyo. No, el mío es mejor. En Navidad, todos los vinos son exquisitos. Y de postre: Miguelitos típicos de Ciudad Real (tiernos hojaldres rellenos de crema).

De repente, me doy cuenta que llevo toda la semana sin comer ¡frutas y hortalizas! Me toco la tripa. Intento palpar seis protuberancias. Nada. Pero ¿alguna vez las he tenido? Paso de mi debate interno y vuelvo a la realidad. La conversación política monopoliza la mesa. Me concentro en los langostinos... ¡Ah, no!, que ya estamos en los postres. Pues sí que se ha pasado rápido la cena.

Para rebajar todo, no hay nada más digestivo que un buen Gintonic. Con uno haces la digestión. Con el segundo empiezas a confundir un poco al estómago. Con el tercero ya te crees que cantas bien...

Y entre Gintonic y Gintonic apareció Papá Noel. ¡Qué fort! Los potrillos flipándolo. Creo que será el último año de "flipaje" en directo, pero bueno, la emoción fue latente.

Y para rebajar los excesos alimenticios y etílicos de la semana, nada mejor que una o varias sesiones de bici-correr, actividad ésta desarrolladora de la capacidad pulmonar por el palique que conlleva, y con emoción incluida al observar que mi perro favorito del canal imperial de Aragón (Guau Guau) sigue igual de lustroso que siempre. Me miró con cara de: -¿y tú quién eres? 

El oxígeno del parque grande de Zaragoza y ver a la gente corriendo y paseando con el sol brillando a su paso me devolvió media vida.


Guau Guau
He ahí mi querido "brother", socio co-fundador de la actividad bici-correr.

A punto de terminar la semana navideña, quedaba el plato fuerte para el final.

Dicen que por el amor de una mujer se puede hacer cualquier cosa, ¿no?

Continuará.


lunes, 29 de diciembre de 2014

Navidad: Soy de Aragón

¡Feliz Navidad!

Vamos, que espero que hayan pasado todos ustedes, mis queridos lectores surrealistas, una muy feliz Navidad. Como dice nuestro sabio y querido refranero popular español: nunca es tarde si la dicha es buena.

Y es que esta misma dicha ya la quise escribir hace unas semanas -de hecho tenía media entrada escrita-, pero tras unas últimas semanas de locura de repente me vi sentado en un avión dirección a mi querida "Spain-twelve points" e inmerso en mi propia Navidad. El pergamino con la media entrada ha ido a la papelera.

Pues sí, me dejé engullir por mi propia Navidad. Oigan, que de golpe y porrazo se me habían olvidado todos mis desamores. La terapia de olvido -Dora es una especialista- comenzó nada más bajar del avión y ver al gran Tío Gilito (y digo gran porque es muy grande). Apareció en escena con su espléndido coche nuevo, repleto de historietas y croquetas para amenizar el trayecto. A mitad de camino paramos a comer las susodichas y a comprar un número de la tradicional lotería de Navidad. Dijimos, si toda España tiene un número, nosotros también:

- El gordo va a acabar este año en 37. 
- Pues el 37 es mi número favorito. 
- Venga va, vamos a parar en esta gasolinera que este año nos toca a nosotros.

Y el gordo terminó en 37. ¡Qué tío!  Ni mi querida Lola es tan precisa...

Total, que llegamos a Zaragoza y empezó el tradicional festival de reencuentros y abrazos, más revitalizantes éstos que las poderosas cremas faciales -adiós arrugas- de mi querida sister.


Esa misma noche celebrábamos en Casa Lac (muy recomendable) la tradicional cena de Navidad Erasmus con el tío Gilito y resto de amigos. Les confesaré que el año Erasmus 1997/98 cambió la vida de este españolito. Fue como el embrión de mi actual expatriación. Diecisiete años después ahí estábamos todos de nuevo, sin arrugas, sin una cana de más, sin un pelo de menos y con algún que otro hijo de más... o de menos.

Durante la cena no pudimos evitar hablar, faltaría más, con los de la mesa de al lado. El poder desinhibidor de Dioniso. Y una vez cebados y conversados todos, nos fuimos a tomar una copa a El Plata: bar teatrillo cabaret de toda la vida. Yo notaba que mi cara de amargado estresado con la que montaba en el avión unas horas antes había desaparecido casi por completo.

Tras negociar un precio estándar igual para todo el mundo de diez euros, entramos y nos colocaron en la última fila. Vamos, dijeron, a éstos por pesados al final. Que comience el espectáculo:

Bailarines y bailarinas de todos los tamaños, edades y colores empezaron a contonearse algo ligeros de ropa, por decirlo de alguna manera, al ritmo de la música. Y entre tanto derroche de sutileza hubo una actuación que captó mi atención.

Una chica bastante curtida intentaba beber, creo que era leche con hielitos, mientras hacía estiramientos sobre la barra del bar y, claro, la leche se deslizaba así como quien no quiere la cosa sobre las ondulaciones de su cuerpo desnudo. Enfrente del despilfarro lácteo, un baturro cantaba una jota: soy de Aragón (y en mi tierra no se sabe de mentiras ni traición).

Pensé: - Yo también, pero vivo en un pueblecito de Alemania... del Este.

Surrealismo puro y duro. Pero oigan, que se me puso la carne de gallina a punto de poner huevos. Me he vuelto de un susceptible..., porque el cuadro digamos que fue de todo menos nostálgico. En fin...

El día después me quedé "frozen".

Continuará.


martes, 9 de diciembre de 2014

Dime por qué no lo vamos a intentar

"Si los hombres han llegado hasta la luna. Si desde este pueblo puedo hablar con alguien que esté en Nueva York. Si la medicina cura, lo que antes era una muerte segura. Dime por qué no es posible..."

Abro el ojo. Ni el perro del vecino ladra. Abro el otro ojo. Descubro que no tengo que ir a trabajar. Y entonces, digo yo: -¿para qué me despierto tan pronto? Cierro los ojos: -no pienses, no pienses, no pienses. Joer Dora, ¡que te he dicho que no pienses! Nada, el engranaje mental se ha puesto a rodar sin permiso. Mierda de engranaje. -Hala venga, deja de hacerte el dormido. Vuelvo a abrir los ojos. Esta vez los dos a la vez. - Pues ya que estamos, me voy a preparar un "Nespresso, what else?"

Les diré que los amaneceres del pueblo no tienen nada de particular, pero bueno, ahí estaba analizando el rocío teutón matutino posado sobre mi coche. Analizar: dícese del hecho de mirar fijamente un objeto mientras Dora se da un paseo por las nubes. Las nubes están llenas de frases, de fotos y de dudas. Muchas dudas.

Me preparo un segundo "Nespresso, what else?" Esta vez me decanto por mi cápsula favorita: Roma. El aroma a café invade la cocina y el frío de las baldosas mis pies. Dora sigue saltando de nube en nube; a su bola. Decido irme a correr para obligarla a descender del reino de los cielos... Ups, hay un pequeño problema. Mi uniforme de corredor profesional espera en la secadora, por lo menos, desde hace un par de días. Como buena casa alemana, la lavadora y la secadora están en el cuarto de las mismas; esto es, en el trastero.

Me aventuro a bajar al trastero con mi pordiosera apariencia matutina en la esperanza de no toparme con ninguno de mis vecinos. Mi gozo en un pozo. Mientras bajo las escaleras a la velocidad del viento, por ello de minimizar riesgos, se abre la puerta de la vecina de abajo (la bella Julia). Regalito de Murphy:

- Guten morgen. 

- Guten morgen. Cuánto madrugamos, ¿eh? Sonrisa de "joer, qué casualidad".  Menos mal que llevo el pijama del pequeño Calvin, reflexiono.

Nos hinchamos de buenos deseos el uno para con la otra y nos despedimos: un par de besos y... ¡¡una palmadita en el culo!! Tal cual.

- ¿Me ha tocado el culo? Creo que sí. Será que mi culo se vuelve más apetitoso en pijama.

Vuelvo al hogar. Me acicalo. Acicalarse: dícese del hecho de lavarse la cara y vestirse. Abro la ventana. El perro del vecino me grita los buenos días. Le contesto en su idioma. Cuando bajo a la calle, el "chuchodiso" me sigue gritando no sé qué. Le conmino a callarse, por ello de no despertar a todo el vecindario, pero no parece entenderme. -Bueno, que te den...

Me pongo a cabalgar cual caballo al ritmo de mi "playlist". De repente, una canción consigue captar mi atención:

"Si en la caracola se oyen los rumores de la mar. Si la gente ya se encienden y después se vuelven a apagar. Si amanece cada día. Si hay momentos que valen toda una vida. Dime por qué no lo vamos a intentar".

¿Se acuerdan de las nubes de las que les hablaba mientras observaba el rocío matutino? Pues oigan, que se han evaporado. Y es que es verdad. Pero, ¿por qué no vamos a poder conseguir aquello que queramos? Si uno tiene claro lo que quiere, tiene que luchar por ello, independientemente de las nubes que aparezcan por el camino. Qué más da lo que opine la gente y mucho menos si la opinión procede de, como dice una de las personas más influyentes en mi vida, meros coincidentes laborales.

Las opiniones son gratuitas y por lo tanto susceptibles de ser emitidas de manera imprecisa e interesada.

Ya ven, filosofando antes de la Navidad.

Y como seguro que mis queridos lectores surrealistas se han quedado con la duda de cuál fue la canción con poderes evaporizantes, me despediré esta semana de todos ustedes con una fórmula infalible:

Autoconfianza.


Cuando volví de correr, la cara de felicidad y excitación de esta niña conductora de tren me hizo sonreír.

domingo, 23 de noviembre de 2014

Party nº8: ¡mira quién baila!

Quien más, quien menos, o quien menos, quien más -ya empezamos a liarnos la manta en la cabeza- se habrá leído alguno de los capítulos de mi loca saga "Party nº5": el evento social del año por excelencia en mi querido pueblo de Alemania... del Este.

Y es que el evento en cuestión es, por calificarlo de alguna manera, excelente. Noche de gala donde las haya, con mis queridos conciudadanos tirando las villas por la ventana y luciendo sus mejores atuendos y abalorios. Y como el concepto "mejores" es amplio y divergente, pues claro, ahí te encuentras de todo: cardados con andamios ocultos, volantes, ombligos, botas, más volantes... Además, no se olviden que una de las señas de identidad de la humanidad por estos lares sigue siendo agujerearse los oídos y tatu-decorarse la dermis. 

¿Se han hecho ya una idea? ¿Sí? Pues ya les digo yo que esa idea que se han hecho no se aproxima a la surrealidad real de este lugar. Hoy estoy especialmente superlativo. Venga va, me voy a tomar un café. (...)

Momento Mr. Saxobeat de la noche.
Prosigo.

Nos reciben en el hotel con una alfombra roja y una copita de burbujitas del "Rheingau" (la mejor zona de vinos de Alemania). Empezamos a regalar sonrisas, besos y abrazos a diestro y siniestro. Y para siniestro el tatuaje que de repente me topo a mi diestra. Casi me da un soponcio "Pilato". ¡Madre mía! Abre los ojos y mira.

Momento indiscreción fotografiando la espalda de alguien.

Me repongo del susto y seguimos integrándonos en la fiesta. Vecinos, amigos, compañeros de trabajo, españolitos residentes, camareros, conocidos de vista (como el pueblo es tan grande), el fotógrafo de todos los años, todos se dan cita en el lugar.

Nos adentramos en una de las tres zonas de baile y con una muy afilada agudeza visual percibimos que la pista de baile está vacía. Ahí estaban los cinco componentes de un grupo de rock&roll desgañitándose en directo intentando alegrar el ambiente y todo el mundo sentado en los laterales observando.¡Es que no puedo con ese rasgo característico del carácter alemán! Esa apatía cero empática para con su alrededor, no sé si por timidez, frialdad o simplemente por estructuración mental. En fin...

Pero llegamos nosotros y, cómo no, nos pusimos a bailar, no por empatía, sino porque nos apetecía y nos dio la gana. Todo el mundo nos observaba y nos volvía a observar, pero pasamos deportivamente de los bebedores sentados colindantes y acabamos bailando el "Paquito chocolatero" al ritmo de no sé qué canción. ¡Olé ese arte y esa falta de sentido del ridículo! Pero es que, créanme, llegado un punto en la vida, importa muy poco lo que pueda estar pasando por la cabeza de según qué personas. Uno ya tiene bastante con Dora y su inmersión forzoso-voluntaria en el surrealismo absoluto.

Después del Paquito, vino el Michael Jackson, los coros al micrófono etc... Y así, entre pasos y pasos, la gente se fue animando y la pista de baile se fue llenando. Si es que estos alemanes sólo necesitan un empujoncito. Pero vamos, tampoco se vayan a pasar ustedes ahora de imaginación, porque la pista de baile se llenó sí, pero de parejas bailando pegados como si estuviera cantando Sergio Dalma, que no era el caso.

En fin, una vez conseguimos animar el cotarro, nos fuimos con nuestro mojito a otra parte...

Llegamos a la zona del hall del hotel con su glamurosa escalera de madera de Downton Abbey de principios de siglo XX (dato éste inventado) y abarrotada de gente. El típico DJ inflexible amenizaba el ambiente con los hits del verano: la conga, la mayonesa, el tiburón... Pero de repente, y sin pedirla, empezó a sonar una canción cuya versión original me tiene cautivado. (Denle al play antes de seguir leyendo). Ante el sonido de las primeras notas musicales, una pareja de españolitos -una con más arte que uno- se subió al escenario con la sangre alborotada. Se pueden imaginar quién fue el uno de los alborotados.

Y es que algunas veces, en según qué situaciones, sería más que conveniente que alguien me atara los pies. Pues sí, ante millones de espectadores (unos pocos menos también) y bajo las notas musicales del hit del verano nos marcamos una sevillana. ¡Olé el arte andaluz del que este españolito carece! Bueno, realmente fue una pseudo-sevillana adaptada al hit musical, pero bailada con tanto sentimiento que la gente lloró lo flipó. Por supuesto, nadie aplaudió y la fiesta continuó.


Me encanta la poca nitidez de la fotografía.
Y ya que estábamos ahí arriba en el escenario pues nos quedamos un par de horas dándolo todo. No, si casi me tenían que haber devuelto el dinero de la entrada. Me imagino a más de uno diciendo: ¡Mira quién baila!

Pero "as Mario Vaquerizo would say": Me da igual, ¡me encanta!

De verdad, un año más lo pasamos genial... Cómo pasa el tiempo. Vuela diría yo. A veces me da hasta vértigo parar, sentarme y con un café en la mano reflexionar sobre todo lo vivido, por eso obligo a Dora a no detenerse demasiado.

Todo comenzaba hace tres años con la "Party nº5" y, ya ven, acabamos de cerrar la "Party nº8". Cuánto dará de sí esta saga, sólo Lola lo sabe, pero de momento... ¿saben qué?

¡Que nos quiten lo "bailao"!


domingo, 9 de noviembre de 2014

Caída del muro de Berlín: 25 aniversario

¿Se acuerdan de mis vecinos abuelillos?

Él tiene setenta y nueve años y es todo un Casanova: pantalón vaquero rojo, camisa blanca con grandes letras protagonistas en los pectorales y matorral de pelo blanco engominado. Ella -la super abuelilla del último post- tiene unos cuantos años menos y es coqueta como una adolescente: pantalón negro de cuero, blusa blanca con cuello de plumas de algún avestruz. El vestuario es de la última película de Almodóvar, lo que viene a ser mi última fiesta de cumpleaños.

Pues esta pintoresca y cariñosa pareja, que vive enfrente de mi 1/3 de villa y suelen dar golpecitos en el cristal de su ventana por las mañanas cuando me voy a trabajar, tienen un recorrido histórico digno de ser escuchado.

Un buen sábado por la mañana de no sé qué mes, decidí ir a visitar un pueblecillo todavía más pequeño que el mío. Los abuelillos disfrutan sus fines de semanas con su super caravana en una mini parcela que tienen al lado del río Hörsel; el río que pasa por mi famoso-en-el-mundo-entero pueblo de residencia. El Hörsel realmente es un afluente del Werra, que es el río principal que va hacia el norte de Alemania a desembocar, una vez unido con el río Fulda, en el mar del Norte.

Orgullosos de su caravana y de su floreado jardín, decorado con enanitos y caracoles de cerámica -cualquier día de estos me aperece un enanito en casa-, me ofrecieron una copa de vino blanco y empezamos a charlar.

Sinceramente, me quedé embelesado con sus historias.

La abuelilla, henchida de orgullo, me enseñó cada detalle de la caravana (hasta el hornillo por dentro).

Los abuelillos vivieron felices y disciplinados con sus respectivas ex-parejas en la República Democrática Alemana (RDA o DDR en alemán). Pero cuando Alemania se re-unificó, ellos decidieron también unificar su historia de amor, y es que, por lo visto, ya se tenían el ojo echado. El cómo y porqué lo desconozco. No indagué suficiente.

Pero volvamos al riachuelo Hörsel... 

(Ahora seguro que están todos ustedes pensando que era más interesante la historia del amor re-unificado de la pareja. Para otra ocasión).

El río Hörsel fue una especia de frontera natural o puerta no controlada entre la antigua Alemania del Este y del Oeste. Parece mentira que hace tan solo 25 años, Alemania estuviera dividida en dos países, ¿verdad? Tan cerca y tan lejos.

Pues sí, tan solo hace 25 años, por esta zona desde donde hoy escribo libremente, las casas eran racionadas y sólo podías acceder al mercado inmobiliario cuando creabas una familia. De ahí que las chicas fueran educadas para tener hijos a una temprana edad. Y aunque el raciocinio se terminó con la caída del muro, digamos que la mentalidad educativa soviética dejó poso. Aún a día de hoy se pueden ver en LA calle del centro de la "city", con una normalidad y frecuencia pasmosa, chicas recién licenciadas en adolescencia empujando carritos de bebés. Con una mano me como el "Bratwurst" y con la otra empujo el carrito.

Vamos, que este españolito es un bicho raro, porque ni carrito, ni Bratwurst. Ya ven lo integrado que estoy en las costumbres del pueblo.

Una vez conseguían el pisito, otra de las costumbres no escritas era disponer de una antena parabólica ilegal, prohibidas por el régimen soviético democrático que recomendaba pacíficamente ver exclusivamente sus cadenas nacionales cero publicitarias. Ante el conocimiento del uso fraudulento  de estas antenas, el gobierno recurría a preguntas trampa a los niños en las escuelas para averiguar qué familias violaban la ley de televisiones. Si te pillaban -el niño ha contestado que anoche vio las "Mamachicho" en lugar de "Stalin y yo"- ya te podías preparar tú y tus familiares varios. Por lo visto los castigos no eran titulares, sino extensivos.

Entre historias e historias, ahí seguíamos en el camping sentados en tres sillas blancas y bebiendo un vino blanco de dudosa calidad. A nuestro alrededor, todo lo que veíamos era la casetilla, la caravana y una inmensa pradera verde.

He ahí la pradera
-¿Ves esos árboles de allí? De repente me preguntó el abuelillo Casanova.

- Pues sobre cada uno de esos árboles se posicionaba un soldado y disparaban a todo aquel que intentaba cruzar el río Hörsel para escaparse al Oeste. Y no fueron pocos los que intentaron cruzar sin éxito el río...

Me quedé helado ante esta espontánea afirmación y le tuve que dar un buen trago a la copa de vino (y eso que no me estaba gustando nada).

Pues sí, la preciosa pradera verde era zona vetada por su proximidad a la línea divisoria. Él trabajaba en aquellos tiempos conduciendo una grúa y remolcando coches averiados.Vamos, que disponía de un permiso especial que le permitía acercarse a la zona vetada y me imagino que presenció de todo.

- ¿Y qué es lo que hicisteis entonces el primer día después de la caída del muro? Pregunta original que formulé.

- Todos quisimos ir a conocer el Oeste de Alemania y la carretera se colapsó de coches. Ahí no había quién avanzara y con tanto humo pensamos que moriríamos todos contaminados.

Ambos cochecitos RDA (Trabant y Wartburg) no destacaban especialmente por un optimizado consumo de combustible, ni de emisiones de gases. Pero no murieron y llegaron a su destino: Bad Hersfeld, primera localidad al otro lado.

El problema era que el "Ostmark", la moneda de la RDA, estaba muy devaluado, así que supongo que muchas compras no hicieron ese día en Bad Hersfeld. En el mercado negro, el "Ostmark" se cambiaba por marcos alemanes a 1/5 y hasta 1/10. Vamos, tu me das cinco "Ostmark" y yo te doy un marco alemán y si me apuras o te veo muy necesitado te pido hasta 10 "Ostmark" por el cambio, total, estamos haciendo algo ilegal.

Compras no harían, pero sus cabezas seguro que empezaron a vislumbrar un mundo de oportunidades.

El vino se terminó -el nuestro, el del camping- y ahí estábamos los tres enfrente de esa inmensa pradera verde viendo soldados en blanco y negro apostados en los árboles sin saber qué hacer. La autopista colapsada de coches y llena de humo y la cara del abuelillo Casanova rejuvenecida y con un brillo especial en sus ojos. De repente me soltó:

- "Das war das grösste Ereigniss in der deutschen Geschichte". (Ese fue el mayor acontecimiento de la historia alemana: la caía del muro).

Nos despedimos y les juro que me fui con una mezcla de sensaciones que no les puedo describir.

Hoy celebramos el 25 aniversario de la caída del muro de Berlín y, no sé, me apetecía dejar plasmado para el recuerdo del blog las historias del camping de mis queridos abuelillos.

Aunque la gente reconoce lo bien que se vive actualmente, siempre percibo en sus caras una cierta nostalgia de su antigua forma de vivir. Por lo visto la gente era feliz y a las familias no les faltaba de nada. A su manera, pero todo el mundo tenía trabajo, comida, sanidad, seguridad en la calle etc...

Pero claro, les faltaba una cosa fundamental: LIBERTAD.

¿Se imaginan un blog como éste hace 25 años?




sábado, 8 de noviembre de 2014

... y la vida continuó.

Después del subidón del otro día con la maratón de Frankfurt, la vida volvió a la anormalidad característica del blog. Eso sí, estuve cuatro días con las piernas "cabreadas" conmigo por haberlas obligado a correr tantos kilómetros seguidos. Como castigo, las muy cabras superlativas se compincharon para no dejarme bajar escaleras. Ya me ven deslizándome como alma en pena asido a los barandados... Un cuadro.

Pero bueno, el esfuerzo mereció  la pena, que las acciones de energía plus plus cotizan muy caras y el otro día yo me llevé unos cuantos dividendos. De hecho, aún sigo disfrutando de ellos a pesar de la amiga "Estrés" que, oigan, le ha dado por quedarse en el pueblo. Yo no sé el qué habrá visto de atractivo.

La cuestión es que con "plus plus" y "Estrés" la vida continuó y, así como quien no quiere la cosa, este españolito cumplió 38 años. ¡Mol fort! Para celebrar mi alejamiento de la adolescencia dijimos, oye, ¡qué mejor que una "gulash-party" por todo lo alto con la comuna vecinal al completo!

Luces, cámaras, música a tope y... ¡acción!

Total, estábamos todos los vecinos reunidos, en plan jamás serán vencidos, así que no quedaba nadie por los alrededores de la villa que se pudiera quejar y llamar a la... "eins, zwei, Polizei". La tarde -la fiesta empezó a la una del mediodía- tuvo de todo, pero principalmente... bailamos y bailamos.


Les diré que una de las cosas que más ilusión me hizo de toda la celebración, además de comprobar la alegría reinante entre todos los allí presentes, fue la tarta que me regaló mi querida super abuelilla. La estrujé con un abrazo verdadero cargado de emoción. Y es que no es el valor material de las cosas lo que consigue romper la coraza de mi "Herz", ni mucho menos, sino la generosidad y el cariño percibido en cada mínimo detalle.

Izda: regalo de la super abuelilla. Dcha: Patatas riojanas a la alemana, vamos, un delicioso gulash de ternera.

Lo de la super abuelilla, de verdad, es de capítulo aparte. Es la vecina de enfrente que, desde hace ya un tiempo, viene a limpiar mi 1/3 de villa. Bueno, más que limpiar, les puedo asegurar que cuida de mí como si fuera su hijo. Cada semana me deja una carta y un ramo de flores nuevo. Les transcribo la primera de ellas traducida a mi manera. De esto hace ya un año:

"Querido Óscar:
El frigorífico estaba inundado porque el tapón de drenaje lo tenías obturado. No olvides que lo tienes que limpiar regularmente. La bolsa del aspirador está llena y no había recambios. Las flores de la cocina estaban muertas y te he puesto unas nuevas. El horno no se podía ni mirar por dentro. Las bolsas de la basura mejor que las tires tú..."

A la siguiente semana -de esto hace un año menos esa semana- estando tirado en el sofá con mi anda-que-no-tendrá-años pijama del pequeño Calvin, de repente suena el timbre. Abro y aparece la super abuelilla con un cargamento de produtos: bote para el café, trapos nuevos, fregona escurridora-centrifugadora con poderes mágicos, colección de limpia cristales. Les juro que lo flipé. Pensé:

- Madre, ¿dónde me he metido? o mejor dicho, ¿a quién he metido en mi casa? Me leyó la cartilla (y la factura) y ya me ven a mí:

- OK, danke, super.... ja, ja, danke. Alles klar. Ich mache es... Danke. Tschüss. Les traduzco:

- OK, gracias, super... sí, sí, gracias. Entendido. Lo haré... Gracias. Adiós.

Y la última -de esto hace sólo dos semanas- es que me está llenando el invernadero de flores. Oigan, que poco a poco va llegando el frío y hay que ponerse a resguardo; y sus flores no iban a ser menos.

Izda: última carta (lo del toro no tiene desperdicio); Dcha: "Wintergarten" o invernadero florido.

Pero, ¿saben qué? Un año después de pedirle a la abuelilla que viniera a poner un poco de orden en mi casa, estoy encantado de la vida. Y el fin de semana pasado, con la alegría del "gulash", así se lo hice saber, ya no sólo por la preciosa tarta que me regaló, sino por todos y cada uno de estos momentos compartidos.

Ya ven... empiezo hablando de una cosa y termino con otra. Aquí no hay orden, ni concierto. Si vas a Calatayud, pregunta por la Dolores...

Hoy, sábado soleado, he vuelto a salir a correr (desde la maratón mi piernas se habían negado) y las sensaciones han sido muy buenas. El entorno invariable: abuelillos y abuelillas paseando a orillas del río Hörsel y LA calle del centro de la "city" abarrotada de personas con un "Bratwurst" en la mano. Entenderán que a Dora se le vaya mucho la pinza, ¿oh?

En fin, me voy a tender la ropa.


viernes, 31 de octubre de 2014

Maratón Frankfurt 2014

"... Y de repente, una alfombra roja desplegada ante un espectacular escenario de música, luces y colores. Me adentro y exclamo de emoción. Estoy temblando. Mis piernas me transportan en volandas hasta la línea de meta. Estoy roto. Me apoyo en la primera valla que encuentro y cierro los ojos. Respiro. Entre el bullicio empiezo a distinguir unas voces que gritan mi nombre. Levanto la cabeza y vuelvo a sonreír."


Un dato que Dora nunca olvidará: 3h 16' 57"

Tres horas y media antes salía del baño a toda prisa, corriendo y estresado porque llegaba tarde a la salida de la maratón de Frankfurt 2014.

- No me lo puedo creer. Tanto tiempo esperando este momento y voy a llegar tarde. 

Y es que, menudas colas se forman en los baños antes de las carreras, ¡por favor! Digamos que la carrerita del baño a la línea de salida me sirvió como calentamiento previo; ni estiramientos, ni nada. No hubo tiempo. Veinticuatro mil corredores se aglutinaban ya en la línea de salida y decido colarme entre el grupo de los buenos, que no profesionales.

- Luego me adelantarán todos, uno detrás de otro, o de dos en dos, pero y qué más da. ¡Sobrado!

Me coloco al lado de un japonés, que por el lejano oriente creo que hay mucha tradición maratoniana y oye, a ver si se me pega algo. Comienza la carrera. Me pongo a correr a mi ritmo y con una sonrisa en la boca. El sol acompaña pero no calienta. Los gritos de ánimo de la gente llegan de todas las direcciones y con ellos nos adentramos en el corazón de Frankfurt. En los espejos de los rascacielos observo la figura de un españolito corriendo feliz.


Por ahí andan el japonés y el españolito.

Entre el público, mis queridos Teufelcillo, Pedro y super E que, junto con otra españolita amiga residente, ondean alegres y jubilosos una bandera de España. Pedro se pone a mi altura y compartimos sonrisas y opiniones.

- Ya verás como dentro de un rato no tengo tantas ganas de expresar mi punto de vista.

A lo largo de la carrera descubriré que no soy el único españolito; ni mucho menos. Cada dos por tres -seis- se escucha: ¡España!, ¡España!, ¡España! Es fácil reconocernos porque ante el sonido de la palabra clave se produce una reacción automática en cadena de alzamiento de brazos y acompañamiento musical por parte de todos los identificados.

De repente noto algo viscoso en mi perfilado gemelo. No me lo puedo creer. Me imagino perfectamente el vuelo descendente y descontrolado del escupitajo de alguno de los corredores.

- En fin... ya se secará.

La carrera avanza y el ambiente no decae. Grupos de música de lo más variopinto amenizan todas las plazas y esquinas del recorrido. Desde charangas de barrio, a bandas municipales, pasando por DJ's, grupos de rock & roll, salsa brasileña y comparsas canarias (o algo parecido). A cuál más auténtico. Sólo falta un cuadro flamenco. Bueno, yo ya tengo el mío y muy querido. Ya saben ustedes: "Cuatro y el de la guitarra".

Me encanta la autenticidad de la gente.

El público presente y no presente nos lleva en volandas. Para ayudar a las volandas decido engullir cada 5 km una banana, un gel de carbohidratos y todo tipo de líquidos isotónicos. Esta vez no será por falta de avituallamiento.

En el km 14, de repente me doy cuenta de que ¡estoy esprintando! Venga, ¡alegría! Ha debido de ser la reacción adrenalínica producida por el contacto visual y auditivo con el cuarteto previamente mencionado. Reduzco la velocidad.

Llego al km 30 y no encuentro el famoso muro de las lamentaciones -barrera psicológica canalla que prohíbe el paso-, sino más bien todo lo contrario. Mi cuerpo sigue adelantando corredores, trotando alegre cual gacelilla campestre. Sonrío. Bueno, realmente no he dejado de sonreír en ningún momento.

- Mírame. Parezco un robot corriendo. Ni que me hubiera metido un chute de algo (¿el paracetamol de anoche?). 

A mi alrededor se empiezan a suceder escenas dramáticas de corredores exhaustos que se resisten a abandonar. En el km 36, los gritos nominativos de Teufelcillo y de la amiga españolita residente me vuelven a dar otro empujón. El optimismo me desborda. No salgo de mi asombro que mi cuerpo no se haya quejado todavía.

Pero de golpe y porrazo salgo; del asombro, vamos. Y es que así como si nada, en un intento por subir el escalón de una acera -por acortar un poco en la curva- mi pierna me manda un primer aviso en forma de calambre. Juro y perjuro. Queda inaugurado el festival de fuegos artificiales electrocutantes.

Ya no veo brasileñas, ni rascacielos, ni nada. Los ojos aguachinados y las piernas electrocutadas. Un año en 42,195 km. Dejo de mirar el reloj. Me he olvidado del tiempo.

Y de repente, una alfombra roja desplegada ante un espectacular escenario de música, luces y colores...



domingo, 19 de octubre de 2014

Aquí estamos...

... vivitos y coleando. Bueno, coleando, coleando..., más bien diría yo que vivitos y trabajando. Y es que, ¡menudas semanas llevamos! El nivel de estrés y carga laboral está llegando a unos límites..., cómo les diría yo... El nivel de estrés y carga laboral ha aumentado. Punto.

Pero como les digo: "aquí estamos". Y aunque no lo parezca, el título esconde toda una declaración de intenciones. Bueno, realmente no esconde nada:

Por una parte, "aquí estamos" confirma el hecho de que sigo en el famoso en el mundo entero pueblecillo de Alemania... del Este. Pueblo, pueblecillo o pueblucho, ya saben ustedes, según sea el estado de ánimo. Entiendo que les pueda empezar a cansar el uso repetitivo de la denominación de origen. ¡Me cansa hasta a mí! Pero es que es un hecho irrefutable. Aquí estamos.

Por otra parte confirma también que de salud estamos bien. Y esto no es ninguna perogrullada, que muchas veces se nos olvida -o por lo menos a mí así me sucede- que sin ella el juego se acaba. Reconozco que desde la distancia he seguido esta últimas semanas, entre preocupado e indignado, la evolución de la auxiliar de enfermería infectada de ébola en mi querida "Spain-twelve points". Los "twelve points" de mi querida Spain se quedarían en "minus points" si por sus políticos fuera. Como diría mi querido brother: ¡anda y que les zurzan!

Mi respeto a todos esos profesionales valientes de principios inquebrantables que ejercen su labor en las situaciones más difíciles.

"Aquí estamos" también confirma que en estos momentos estoy escribiendo un nuevo post -¡aleluya!- y es que ya tocaba. Mi editorial me estaba reclamando con urgencia nuevo post y no había manera de sentarme a escribir.

Y voy yo y me lo creo. Qué editorial, ni qué ocho cuartos... Si ya saben ustedes que somos cuatro y el de la guitarra los surrealistas que nos entretenemos con este blog. Podríamos formar un cuadro flamenco, ya que tenemos al guitarrista...  Eso sí, feliz y muy orgulloso de mi cuadro flamenco.

¡Anda que no está dando de sí el "aquí estamos"! Les juro que esta mañana me he sentado delante del portátil -bueno, realmente ni me he levantado de la cama- y me he dicho a mí "selbst":

- Venga va, por mis queridos lectores surrealistas. Y ahí, con los dedos apoyados sobre el teclado he vuelto a intentar dejar fluir mi energía.

La energía no sé, pero lo que sí ha fluido ha sido el zumo de naranja y frambuesas que he derramado sobre la mesilla. Menudo "chandrío" -vocablo en desuso que utilizaba muy frecuentemente la madre que me parió- he organizado en cinco segundos. Pero bueno, una vez limpiado todo, el primer whatsap que mis dedos han recibido de Dora ha sido el que les transcribo: "aquí estamos".

Así que "aquí estamos" y más feliz que una perdiz, porque llevo dos semanas solo en mi 1/3 de villa. Mis queridos "Königen von Oben" junto con la bella Julia y el croata y repectivas hijas se han ido de vacaciones a Mallorca, lo cual se ha traducido por estos lares en paz y tranquilidad absoluta. Bueno, absoluta no, que me han estado llegando recordatorios cada tres días desde la idílica y teutonizada isla mediterránea para que no se me olvidara sacar la basura, cortar el césped etc...

-¡Ohmmm! (técnica de relajación)

Estas últimas semanas también se han celebrado diferentes onomásticas. La atemporalidad imprevisible característica del blog les irá poniendo al día, o no (vaya usted a saber). 27 Septiembre: Oktoberfest; 3 de Octubre: día festivo oficial por la re-unificación de Alemania (el muro de Berlín cayó el 9 de Noviembre 1989); 12 de Octubre: día del Pilar desde la lejanía. La vida continúa y no espera a nadie.

Unos que van, otros que vienen, y este españolito que siempre estará. Y es que aunque a veces pueda pecar de desconexión y de no hacer muchas señales de humo... Aquí estamos.

Y les dejaré con un último "aquí estamos". Los preparativos de la maratón de Frankfurt navegan viento en popa a toda vela. Llueva, truene, haga frío, o acabe hasta los "Eier" de la jornada laboral, mi plan de entrenamiento lo he seguido a rajatabla lo mejor que he podido.

De hecho, ahora mismo me acabo de meter el mega desayuno deportivo patrocinado por Nutella (me imagino que cuando publique el post ya habrán pasado unas cuantas horas de esta afirmación) y me dispongo a salir a correr. Sólo queda una semana para el gran acontecimiento en mi ciudad favorita y hay que darlo todo. Ayer hasta me compré barritas hiperproteicas y carbohidratadas y líquidos carburantes varios. Vamos, no tengo ni idea de lo que me he comprado. Yo me meto algo en los bolsillos por si acaso.


Ya podía haber limpiado las migas de la mesa para la foto

Ya ven, "aquí estamos". Espero de verdad que cada uno de ustedes, mis queridos lectores surrealistas...

...ahí estén.

P.D. Me acabo de dar cuenta que éste ha sido mi post número 100. No sé si la editorial estará contenta o no, pero ¡olé! y ¡gracias! a mi querido y surrealista cuadro flamenco (cuatro y el de la guitarra): ¡Va por ustedes!

viernes, 3 de octubre de 2014

El bosque encantado

Sábado 20 Sept. 2014, 9:30am (acaban de descubrir la imprecisión temporal del blog).

Desde la cama y gracias a la generosidad no estanca del estor de mi ventana, vislumbro una espesa niebla exterior capaz de desmotivar hasta al más motivado. El que les escribe, sobro todo en horario matutino, no pertenece, ni aspira a pertenecer a ese grupo de privilegiados.

Un Nespresso, una exquísita tostada de Nutella (o dos) y una macedonia super hiper vitaminada e insípida de fruta (el sabor de la fruta en Alemania no es digamos su punto fuerte) consiguen empezar a despertar mis sentidos. Estos, sinceramente, no parecen tener mucha prisa, así que no me queda más remedio que recurrir al dicharachero refranero popular español: "el que tiene pereza, ni come ni almuerza".

¡Qué niebla ni qué ocho cuartos! ¡Alehop!

No se vayan a pensar ahora que he saltado de la cama en plan "poing" (onomatopeya de un muelle), porque no. Digamos más bien que he ido girando horizontalmente hasta el borde de la misma, desde cuyo lugar he iniciado un deslizamiento corporal que ha concluido con los pies en el suelo.

La semana laboral no ha sido especialmente generosa en cuanto a horas de ocio&deporte se refiere y como la maratón de Frankfurt está a la vuelta de la esquina -cuatro rotondas más adelante- acabo de decidir salir a correr. ¿Les apetece venirse conmigo a conocer el bosque encantado?

Venga, nos cogemos una pierna y contamos en alemán hasta diez: eins, zwei, drei, vier, fünf, sechs, sieben, acht, neun und zehn. Repetimos la serie numérica con la otra pierna por aquello de la igualdad de oportunidades. A continuación intentaremos tirar la primera pared que nos encontremos, dejando caer nuestro peso sobre ella. Si no conseguimos tirarla no pasa nada. Utilicen la serie numérica anterior para evitar que el Santo se vaya al cielo y pierdan cinco minutos de su vida apoyados en una pared. Hale, comenzamos:

Los primeros kilómetros son cuesta arriba. El cuerpo frío -algo fácil de conseguir dada la climatología característica del pueblo- siempre protesta ante la agradable perspectiva ascendente, pero ya saben aquello de: "el que algo quiere, algo le cuesta".

Si ya les digo yo que el refranero popular es de lo más dicharachero. Venga, para arriba, que entre queja y queja y así como quien no quiere la cosa entraremos en una especie de estado ralentí o "no hay dolor".

Km 3
Les diré que llevo en la mano una incómoda bolsita de avituallamiento (agua y plátano). La alimentación es fundamental -lo dicen mis queridos "brother&sister"- así que hoy estoy probando un nuevo método de entrenamiento. Al llegar al km 9 me canso de la bolsa y decido esconderla detrás de un soldado apache. No tengo ni idea quién es, pero tras mucho elucubrar cuál podría ser el escondite perfecto para mi avituallamiento, me decanto por este colega apache. 

Observarán que la bolsa queda perfectamente escondida para que nadie la pueda ver...

Km 9

Nos despedimos del soldado apache y continuamos corriendo entre la espesura húmeda del bosque. La niebla, por cierto, ya ha desaparecido y el sol se empieza a filtrar entre las ramas de los árboles. Mis verdes y daltónicos iris oculares, o marrones, daltónicos eso sí, no dan a basto con tanta tonalidad verde y marrón... o marrón y verde, vaya usted a saber. Pero lo cierto es que algo consigue llamar mi atención. Un rayo de sol uo o o...  Me doy cuenta que empiezo a cantar.

Las R pintadas en los troncos de los árboles (Rennsteig o ruta más famosa del bosque encantado) harán la función de migajas de Pulgarcito que utilizaremos para no perder el Norte -aunque uno ya lo perdió hace tiempo- y poder re-encontrarnos más tarde con el soldado apache y su tesoro escondido.

Km14

Al llegar a esta recta infinita, o autopista hacia el Cielo, me digo a mi mismo: ¡buah, paso! 

Mi no-puede-tener-los-números-más-grandes reloj digital me grita que ya llevo 1h15' corriendo y que es hora de volver. Calculo que habremos recorrido 14km. Ahora toca hacer el camino de vuelta. El re-encuentro con el soldado apache es, de verdad, toda una oda a la esperanza, sobre todo al comprobar que la bolsa sigue ahí. Mi cuerpo Serrano me lo agradece permitiéndome regresar a mi 1/3 de villa.

Yo no sé si el bosque estará encantado o no, pero uno desde luego está encantado de poder correr por él. Reflexión de la jornada: ¿en qué momento y por qué decidí apuntarme a la maratón de Frankurt? 

En fin... 

Y a ustedes, mis queridos lectores surrealistas, les mando muchos besos y abrazos desde...

"Das grüne Herz Deutschlands" (el corazón verde de Alemania).

domingo, 21 de septiembre de 2014

Cataluña: ¡pero qué revuelo!

Bueno, bueno, bueno, como si uno no tuviera bastante con su estrés laboral -los próximos meses se presentan calentitos y no precisamente por las temperaturas ambientales- como para encima observar desde mil ochocientos kilómetros de distancia el panorama político que reina -viva Felipe VI y Letizia- en mi querida "Spain-twelve points".

Cierto es que esta semana he esbozado unas cuantas sonrisas observando el efervescente efecto que produce el nuevo y mediático ídolo de masas del panorama político y no político español: Pedro Sánchez. Y es que el sector femenino doble-quinceañero, independientemente de ideologías políticas, tienen los estrógenos alborotados. Me imagino a más de una forrando sus ideales agendas de piel con fotos de ¡Peeeedrooo!

Si ya lo dice el sabio refranero popular: una imagen vale más que mil palabras y las palabras se las lleva el viento de poniente.

Pero esta mañana la hilaridad del efecto ¡Pedro! se ha transformado en cierta desazón leyendo tanta opinión pública entorno a Cataluña. Lo escribo con "ñ" porque ya que nuestra RARR (Real Academia del Relincho de Rocinante) tiene el uso en exclusividad de esta letra, me apetece utilizarla.

Parece que "More" (més en catalán) sigue con su pulso al estado (a este paso le va a explotar el biceps), y esta semana se ha sacado de la manga del Mar Menor una ley de consultas que le auto-permite convocar un referéndum oculto ilegal. ¡Valiente! por calificarlo de alguna manera, porque normalmente, y digo bien, normalmente, el que incumple la ley paga un multa (y uno sabe mucho de multas por exceso de velocidad) o acaba en la cárcel, según sea la gravedad del delito. Sobre la gravedad de los delitos y su catalogado en el código penal, necesitaría asesorarme por una amiga, ups, que casualmente vive en Cataluña (viva la ñ).

Pero esta mañana había otra noticia que conseguía captar mi atención. Y es que la presidenta del PP catalán era abucheada por independentistas catalanes y conminada al éxodo de Cataluña (viva la ñ). Y aquí me resulta difícil frivolizar e ironizar, porque estos hechos me parecen de una extrema gravedad. ¿Hay algo más fascista y totalitarista que invitar a una persona a abandonar su propia tierra simplemente por no compartir tu misma ideología? Yo creo que estos abucheadores y silbadores de profesión no son conscientes de la gravedad e implicaciones de sus actos. Pero esto se soluciona -si se quiere- leyendo un poquito de historia. Y no hace falta retroceder muchos años, ni meses.

Sí, claro que es libre votar y opinar pero, bajo mi daltónico e inexacto punto de vista, este voto y opinión debería estar siempre amparado por un marco legal. Que el marco legal es mejorable y actualizable, sí, pero siempre bajo el consenso de todos y cada uno de los ciudadanos que lo acordaron. Si en su momento las reglas del juego se redactaron, votaron y aprobaron por todos y cada uno de los representantes de los ciudadanos (catalanes, vascos y andaluces incluidos), una posible modificación de las mismas -que hasta me parece saludable- debería ser consensuada entre todos.

El resto de actos diría yo que son revueltas civiles populistas fomentadas por oportunistas y/o aprendices de tiranos. Y estos últimos, los tiranos, ya sabemos que son una especie en peligro de reproducción cuya evolución es muy impredecible. La historia ya se ha encargado de dejarnos tristes ejemplos de las fechorías que son capaces de ejecutar estas especies. Y no me gustaría pecar de apocalíptico pero es que ¿dónde está el límite si cualquier sujeto con cierto poder de gobierno pudiera plantear un referéndum cuando quiera, como quiera y para lo que quiera? Reflexionen seriamente sobre la pregunta y no pongan límites a su imaginación.

En el caso particular que hoy nos atañe, es innegable que en mi querida Cataluña (viva la ñ) se ha hecho un trabajo de escuela muy exhaustivo durante los últimos treinta años, liderado por un movimiento inicialmente catalanista y finalmente independentista, que obviamente está dando sus buenos frutos: melocotones y pavías.

Típica fachada en Barcelona. Reflexión de alta complejidad: ¡pero qué bonita es la fachada!

Y no entraré a valorar el centrifugado de estómago que me produce el pensar que presuntamente, durante esos treinta años de exhaustivo trabajo de escuela, esos líderes pudieran haber estado llenando sus arcas privadas, haciendo mal uso del poder que democráticamente consiguieron gracias a esas mismas reglas del juego que ahora se quieren saltar.

Espero que los silbadores y abucheadores profesionales previamente mencionados prolonguen su jornada laboral y acompañen acústicamente también a esta gente con terminación en uza y de actitud deleznable. Uno respeta la ley y aceptará la presunción de inocencia hasta que se demuestre los contrario. Aunque Lola (mi bola de cristal) pocas veces se equivoca...

En fin, que entre el estrés laboral y el estrés político de mi país de procedencia, y eso que mi expatriación me exime de sufrirlo, tengo a Dora (mi neurona) agotada. No hay estrés que el deporte no cure, así que de perdidos al... bosque.

Y a todos ustedes, queridos lectores surrealistas, y sobre todo a los residentes en "Spain-twelve points", por favor cuídenme el país, que uno tendrá que volver algún día -vaya usted a saber cuándo- y no me lo quiero encontrar despedazado en trocitos.

Hasta entonces no olviden que, en el marco de la legalidad, los estrógenos y las testosteronas también tienen derecho a opinar, alborotar y votar...

¡Un abrazo libre y democrático para tod@s!



martes, 16 de septiembre de 2014

Maratón

Si Filípides corrió o no los 42km que había de Maratón a Atenas (actualmente google map los deja en 37,9km) para anunciar la  victoria de los griegos sobre los persas, es un incógnita de difícil solución. Los escritores griegos Heródoto, Luciano, Plutarco, aparentemente más imaginativos que este españolito, escribieron para todos los gustos y colores, y cada uno tuvo su versión. Así que vaya usted a saber cuál es la buena, si realmente alguna lo fue.

Esto es como la historia catalana que, según quién y cómo la escriba, se va distorsionando al cobijo de intereses varios. En fin... cerros de Úbeda.

Asumamos como cierta la leyenda épica del soldado griego que se deja la vida corriendo por sus conciudadanos. Por lo visto, los persas habían jurado devastar Atenas una vez hubieran vencido a los griegos en la llanura de Maratón y pagar su odio con las mujeres e hijos de los griegos. Ante tal perspectiva, el plan de las mujeres en la city de Atenas era matar a sus propios hijos y suicidarse a continuación si, pasadas veinticuatro horas del inicio de la batalla, no recibían noticias victoriosas de sus aguerridos soldados.

He aquí que Filípides saliera disparado hacia Atenas ante la victoria griega, que por lo visto duró más de lo que duraban las batallas en aquellos tiempos (490 a.C.), para evitar la doble masacre.

¿Qué les parece? puede parecer creíble que alguien se lance a correr para anunciar una buena nueva, ¿no?

Pues el otro día corriendo me sentí como Filípides, y eso que no tenía nada que anunciar. Por ahí estaba uno dando vueltas al pueblo, sin agua, ni alimentos y entrando en un estado de deshidratación y falta de fuerzas tal, que no pude evitar pensar en el heroico soldado-mensajero. Por lo visto, el colega desfalleció y murió en el mismo instante que dijo: ¡Ha sido niño!, digo... ¡victoria!

Así que ayer, continuando con mi entrenamiento para la maratón de Frankfurt del 26 Octubre, por primera vez en mis muy bien llevados treinta y siete años (esta valoración es totalmente parcial), me llevé avituallamiento en los bolsillos para no desfallecer cual Filípides.

Y es que el avituallamiento es fundamental. Mi querido "brother" me lo recuerda hasta la saciedad y he decidido que le voy a hacer caso. He empezado con trozos de plátano cual mono, así que entre vuelta y vuelta y saludo y saludo -porque anda que no te encuentras con gente conocida corriendo por el pueblo- me voy metiendo potasio al body. Les dejo unas fotos de mi circuito urbano de entrenamiento y es que el bosque lo tenemos embarrado no, lo siguiente.

El río Hörsel a su paso por el pueblo
Al fondo, sobre la colina, el castillo Wartburg. Observarán que el sol brilla por su ausencia...

Cuando veo una casa moderna se me van los ojos

¿Saben a quién vi el otro día? No sé si se acordarán mis queridos lectores surrealistas del post loco de atar. Pues al mismo hombre recio del semáforo . Desde lejos me volvió a regalar una sonrisa y un saludo lleno de cariño, regalo éste que acepté y devolví con la mejor de las sonrisas que mi agotada musculatura facial -y no facial- pudo dibujar.

Así que ya ven, objetivo Frankfurt 26 Octubre. A saber los pedruscos que, entretanto, Murphy va poniendo por el camino a modo de entretenimiento.

Estaba dudando si despedirme de ustedes esta semana, y eso que sólo estamos a martes, dejándoles con la canción que últimamente ha escalado posiciones en el ranking musical de mi entrenamiento. No tengo ni idea de dónde he sacado esta canción, ni por qué me levanta el ánimo. Pero sí, últimamente siempre me acompaña... Rufino.

¡Aúpa Filípides!




sábado, 13 de septiembre de 2014

I love Frankfurt

Que Frankfurt es una de mis ciudades favoritas es algo que todos ustedes, mis queridos y avispados lectores surrealistas, saben ya desde los tiempos de María Almendra; o por lo menos desde que nació el blog. Sueño con el día en el que pueda vivir en un piso nuevo, moderno y acristalado con vistas al skyline y al río Main (la autopista fluvial de Frankfurt). Y como uno cree firmemente en la teoría de la visualización, les adelanto que algún día este sueño se hará realidad. ¿Cuándo? Pues no lo sé, que Lola, aunque infalible, es algo imprecisa en el tiempo.

Ahí estamos visualizando...

Ya les he contado en algún que otro post, que todas las primaveras -lo de primavera, climatológicamente hablando, es un mero tecnicismo-  me apunto a la media maratón de Frankfurt patrocinada por mi aerolínea favorita. Es como una tradición muy particular intentar terminar la media maratón en menos de 1h 25min. Y cada año, claro está, me frustro un poco más.

Pero vamos, que esta semana no les quería hablar de mis aficiones y frustraciones deportivas, sino de algo totalmente distinto. Y es que el fin de semana pasado se celebró a orillas del Main la "Museumsuferfest".

Este laberíntico término teutón viene a significar algo así como la fiesta de los museos. En esencia de romero la "Museumsuferfest" es un fin de semana en el que todos los museos quedan abiertos al módico precio de un bono bus, excusa perfecta ésta para atraer a casi tres millones de visitantes. Y este españolito fue uno de ellos.

Aprovechando la coyuntura y la millonada de visitantes, cientos de chiringuitos se despliegan a ambas orillas del río y exponen los productos artesanales más característicos de sus respectivos países de procedencia. Y les puedo asegurar que, una vez más, en la variedad está la gracia: España, Portugal, Finlandia, Argentina, Thailandia, China, Korea, Marruecos etc...

¿Sabían que un 30% de la población de Frankfurt -quinta ciudad más grande de Alemania con casi setecientos mil habitantes- es de origen inmigrante? Pues si no lo sabían, ya lo saben. Yo realmente lo aprendí el fin de semana pasado. A saber quién me lo dijo. Pero oigan, si es cierto, sinceramente me encantó. Me encantó ver las caras de felicidad de todas esas familias que se han abierto un camino vendiendo la autenticidad de sus países.

Lo que está claro es que la multiculturalidad que se respira en sus calles, junto con la modernidad de sus rascacielos metropolitanos le dan ese atractivo que tanto echo de menos viviendo en mi 1/3 de villa en un pueblo perdido de Alemania... del Este.

Y ya que estábamos ahí, nos empapamos -y nos empapamos de verdad- con la lluvia y con las delicias culinarias presentes. Empezamos la mañana gimiendo al calor y sabor de un buen chocolate con churros. Se paró el tiempo. Llegamos al mediodía saboreando el omega 3 de unas espectaculares sardinas a la plancha de Portugal, acompañadas, cómo no, de su tradicional viño verde. Nos chupamos los dedos en señal de limpieza. Y terminamos el día anterior -aquí no hay orden ni concierto- cenando unas gambas maridadas con vino de Rueda, combinación ésta que nos hizo entrar en un estado de "¡qué tiempo más bueno hace!" cuando realmente ya estaba lloviznando. De postre, Korvapuusti de Finlandia, en honor a tanta buena gente procedente de esa tierra.

Seguro que se les ha ido la vista a los calcetines blancos...
Brindamos con una AMBAR. El poder de la imaginación.

Pero, ¿saben qué? Sobre todo disfruté del hecho de poder estar sentado a orillas del río Main y observar la imponente postal de rascacielos (igualito que en mi pueblo) mientras intentaba llegar a un acuerdo con Lola.

Ya ven, la vista la teníamos saciada. El gusto también. Pero el oído, digamos que empezó a chirriar un poco... Y es que a nuestras espaldas, se formó una especie de karaoke en un escenario plastificado y los desafines fueron de órdago. ¡Qué manera de destrozar las canciones! Una detrás de otra. Y claro, inevitablemente empezó a llover. ¡Peligro! En Alemania cuando llueve no para en dos meses, e incluso, si me apuras, es capaz de fulminar toda una estación climatológica entera. Así que, ahí estábamos todos debajo del paraguas, respirando polvo blanco de discoteca y con unas locas selfie-gritando a su móvil. Yo me dije:

- Museos, lo que se dice museos, no hemos visto muchos, más bien ninguno... pero ¡y qué más da!, ¡todos a gritar...!-

En fin, que he decidido que me voy a poner en el coche una pegatina de:

I love Frankfurt.




sábado, 30 de agosto de 2014

¡Luces, cámara y acción!

La historia que les voy a contar hoy tuvo lugar realmente antes de que comenzase mi periplo vacacional por  "Spain-twelve points". Recuerden que el blog es atemporal, como mi piel, y va por libre.

Resulta que un buen día de Julio -menudo mes el de aquel año- se presentó una cadena de T.V. alemana en mi "no-tengo-suficientes-adjetivos-para-definirlo" lugar de trabajo. Su objetivo: grabar el proceso de fabricación de un producto de inminente salida al mercado.

Por azahares del destino, este españolito iba a ser el elegido para conceder una entrevista a tan teutón medio de comunicación. Sí, este españolito, acento español incluido. A día de hoy, aún sigo rogando a todos los santos (San Mojito, Dioniso etc...) que no pongan subtítulos al video. Mi relativamente crecidito orgullo podría sufrir un severo revés a dos manos si durante la exposición pública del mismo mi actuación requiriese de frasecitas traductoras. Se verá... Lola seguro que ya lo ha visto.

Total, que llegaron los periodistas a mi segunda casa (por aquello de las horas que pasamos en ella) y nos los llevamos de paseo por la línea de producción. Al cabo de una hora de tomas y retomas, para, graba, no hay luz, pon luz, habla, calla, vuelve a hablar, te pongo una mini-cámara y le hablas a la mini-cámara, desembocamos, cual río Ebro en el mar Mediterráneo, en una sala perfectamente iluminada y sin escapatoria posible (por lo de la atemporalidad de mi piel). La escena, de verdad, fue de película.

Imagínense el producto en cuestión a presentar y una silla. Pues ya está. Ya tienen la escena descrita.

Me sientan ahí: cuello recto, brazos relajados, cabeza la giras veinte grados, un poco más, un poco menos, no cruces la pierna en plan macho ibérico, ahora le quitamos el sudor de la cara... ¡De película! ¿Pero esto no se supone que iba a ser una entrevista dinámica espontánea en plan charleta de amigos? En fin...

Delante de mí observo movimiento: la periodista, el cámara, el ayudante de cámara, el de iluminación, el micrófono volador, una trabajadora de la iluminada sala con sonrisa contenida, el ojo avizor de la responsable de comunicaciones y, cómo no, mi mano derecha profesional que discretamente se aseguraba de que todo saliese bien.

¡Luces, cámara y acción! Ni guión previo, ni chuletas. ¡A las papas bravas! Con lo poco que hubiera costado enviar un listadito de preguntas con el que poder preparar con antelación esas típicas respuestas tan bien sonantes y políticamente correctas... Pero no. Venga, improvisemos. ¡Qué viva la espontaneidad! y ¡qué viva Goethe!

Desde la primera pregunta dejé mi marca y seña. No vean los rollos que soy capaz de meter. Vamos, vamos... Yo creo que la periodista pensó:

- En la segunda pregunta le pido que me contesté con un "Ja" o un "Nein".

Pero no. La segunda pregunta vino igual de genérica y sin recortes que la primera y, claro, la respuesta no lo iba a ser menos, esto es, fue todo un paseo de ida y vuelta por los cerros de Úbeda. A mitad del paseo, Dora me mandó un whatsapp para que alargara todavía más la duración del mismo, porque ¡se le había olvidado la pregunta! Ya ven, todo menos soltar el típico:

- Entschuldige (disculpe), ¿cuál era la pregunta?

Pero no hubo necesidad, mi Dora es mucha Dora y ante de volver de Úbeda ya había contestando a la pregunta de la periodista que, por cierto, miraba con sospechosa cara de atención. Yo pensé:

- O no me está entendiendo nada, o realmente le parece muy interesante lo que le estoy contando.

Con la tercera pregunta ya me vine arriba y mis articulaciones empezaron a participar en la repuesta. ¡Venga! Esos brazos pa'rriba y pa'bajo...  Esa pierna cruzada (se me olvidó lo del macho ibérico). Ahora la descruzo. Ahora la vuelvo a cruzar.... Vamos, todo un derroche de pasión a la española, o mejor dicho, a la "españolito perdido en Alemania... del Este".

Y así durante un buen rato hasta que de repente la periodista se dio por satisfecha y dijo.

- OK, ya hemos terminado.

- ¿Cómo que ya hemos terminado...? Ahora que empezaba a sentirme a gusto. ¡Hazme otra pregunta!

Pues nada. Nos apretamos las manos en señal de despedida y agradecimiento y a Dioniso muy buenas.

Tras el "luces, cámara, acción" una cosa me quedó clara. No ha nacido una estrella en el mundo de la televisión, ni de la prensa del corazón.

Así que nada, nos conformaremos con seguir disfrutando de una especie de estrella particular que siempre me ha iluminado. Hay quién lo llama nacer con una flor en el culo, pero yo prefiero hablar en términos galácticos. Entre Lola y esa estrella, de momento, siempre han acertado el camino a seguir...

En fin, que ustedes terminen bien este inicio de invierno y nos vemos en la primavera. Y es que por aquí andamos un poco perdimos con esto de las estaciones climatológicas.

Hasta entonces, les mando un abrazo.

La foto no pega ni con cola con el ¡luces, cámara y acción!, pero es un adelanto del próximo post: I love Frankfurt!







sábado, 23 de agosto de 2014

Una salchicha, un panecillo y mostaza

Ya estamos de vuelta en el pueblo. Sí, Dora y este españolito han vuelto a hacer acto de presencia en el archiconocido -ni archi, ni conocido- pueblecillo de Alemania... del Este. Y, de verdad, no han pasado ni dos días del regreso y, pese al regimiento de pastillas vitaminadas y tres veces omeganizadas que mi querida "sister" introdujo en mi maleta -les juro que pensé que esta vez me detenían en el aeropuerto por tráfico de drogas-, ya me he resfriado. En fin, una de dos:

1) O mi organismo, ya saben, regentado por Dora, no ha aceptado que se termine el periplo vacacional y me está diciendo que me vuelva para España pero ya; y es que "Spain-twelve points" es única (para lo bueno y para lo malo).

2) O el hecho de presentarme en la gasolinera del pueblo a las doce de la noche en pantalones cortos -amarillísimos, eso sí- y en sandalinas playeras todavía con restos de arena, con una temperatura ambiental de siete grados Julius, digo Celsius (Julius es el cocinero favorito de mi amiga Lara Crawford), ha invitado a todo tipo de microorganismos a visitar mi macroorganismo y, claro, éste último se ha puesto a la defensiva.

La guisa: mis "anda-que no-han-dado-de-sí" pantalones amarillos favoritos.
Voten ustedes mismos cuál de las dos opciones creen que es la correcta.

Uno, guiado por la objetividad de los acontecimientos, se decanta más por la segunda opción. Y es que no vean la cara del gasolinero bigotudo teutón, muy muy teutón, cuando de repente se le acerca un tipo con un tono de moreno de piel cinco veces superior al suyo y, de la guisa previamente mencionada, le pide en imperfecto alemán algo para comer. Pues va el tío y me vende una salchicha cocida, un panecillo y mostaza.

¡Bienvenido a Alemania!

Atrás quedaban en el recuerdo de Dora -ésta cuando quiere se acuerda de todo- el sashimi de atún de almadraba en El puerto de Santa María (Zaragoza); las empanadillas de Encarna o de la madre del cocinero argentino -ni idea si realmente se llama Encarna- en El indio malo (Tubo de Zaragoza); la ensaladilla rusa de la madre del tío Gilito (Denia); la ensalada de pulpo y el steak tartar de la Paca en La Seu (Denia); el pincho de vieira y gamba en El Bula (Zaragoza); la bomba en la Cervecería Moritz (Barcelona); el sushi del Miu (Barcelona), etc.


Ésta es la ensalada de pulpo de la Paca

En fin..., que ahí estaba uno tiritando con su salchicha, su panecillo y con un par de sobres de mostaza.

Este impagable momento -bueno, realmente pagué tres euros por el kit gastronómico de bienvenida- tuvo que ser una señal inequívoca del cielo para recordarme quién soy, de dónde vengo y a dónde voy. Pues si la señal pretendía esclarecer alguna de las anteriores cuestiones no lo consiguió. Sólo consiguió saciar mi apetito y ensuciar mi conciencia pre-maratoniana.

Total, que envuelto en el gélido manto de la noche me dirigí a mi 1/3 de villa donde, sorpresa, mi querida abuelilla, colaboradora habitual en las labores del hogar, había tenido a bien dejar todas las ventanas abiertas en señal de bienvenida ventilada.

Oigan, que en mitad de Agosto y ¡con el pijama largo y el edredón de invierno hasta el cuello! El despertador me iba a recordar unas horas más tarde el comienzo de un nuevo ciclo de este loco y surrealista viaje. ¡Mi cuarto año de expatriación! Vale, sí, cuarto año y todo lo que quieran, pero lo primero que hice cuando me atreví a divorciarme del edredón fue encender todos y cada uno de los radiadores del hogar.

Ya ven, aquí estamos con un frío que pela... y pela de verdad. Mi "como-en-mis-tiempos-jóvenes" piel playera color tizón ha empezado a desprenderse de mi ser. Y digo yo: ¿había necesidad de un pelado cutáneo tan rápido?

Yo creo que no pero bueno, por lo menos las vacaciones han conseguido que vuelva a estar más "p'acá" que "p'allá". Gracias a todos los que de una manera u otra lo han hecho posible. La desconexión del pueblo y de todos sus co-habitantes ha sido de libro. Me lo recomendó la terapeuta Dora -ahora va de terapeuta, como si no tuviera bastante con hacer de disco duro selectivo- y su terapia ha funcionado.

Así que hoy, queridos lectores surrealistas, empezamos un nuevo ciclo: una salchicha, un panecillo y mostaza.

Que ustedes lo vean, lo beban, lo lean o simplemente lo disfruten.


jueves, 31 de julio de 2014

Sonrisas de verdad

Bajé corriendo al jardín y ahí estaban todos, vecinos de pro y de contra, ataviados con pelucas, banderas y con los nervios a flor de dermis. Para no desentonar -aunque el acento me delate- me coloreé bien de negro, rojo y amarillo y me abrí una cerveza (que Dioniso me perdone).

¡A ver quién es el valiente que anima a otro equipo que no sea Alemania!

Con mucha premeditación y alevosía me senté al lado de mi querida "Königin von Oben" o viceversa y, como era de esperar, no paramos de hablar en toda la final. A los treinta minutos ya nos habían sacado la tarjeta amarilla.

¡A ver quién es el valiente que habla mientra juega Alemania!

El final ya lo conocen ustedes. Alemania se convirtió en campeona del mundo de fútbol y el delirio se apoderó de todos los allí presentes. Todos a una "Pueblucho Ovejuna".

Y les confesaré una cosa. Este españolito solidario, obviando algún que otro ramalazo soberbio teutón, también se alegró; más que nada por toda la buena gente que he conocido en esta tierra durante estos tres últimos años, que son muchos -años también- aunque no todos.

Pasada la euforia victoriosa vecinal, la vida volvió a su curso surrealista lejano a la normalidad. El trabajo lo volvió a inundar todo. ¡Qué afán por acapararlo todo, de verdad! El deporte luchaba sin tregua por recuperar parte del terreno perdido en el espacio vital de Dora. Un fracaso.

Y de repente, un buen día de hace un dúo de semanas, Dora decidió unilateralmente cerrar con llave el acceso a su espacio protegido. Ni deporte, ni trabajo, ni nada... Aislamiento total dentro de sus murallas. Digamos que sufrió una transformación nunca antes experimentada, guiada por las necesidades más básicas de la vida; ésas que tan a menudo relegamos en la vorágine del día a día.

Pero claro, le gustara o no a Dora, la vida del pueblo continuaba y entre otras muchas actividades había que volver a celebrar el medio siglo de mi querida Königin von Oben (poseedora del secreto de la eterna juventud) y realizar un viaje de trabajo a mi ciudad de origen (cual baúl de la Piquer).

Dora la rebelde se resistía a abandonar su recinto amurallado, pero en un arrebato de sensatez -poder de convicción de sus asesores- finalmente cumplió la agenda programada. Mi "Königin von Oben" es mucha "Königin von Oben" y se lo merece todo.

Celebración por todo lo alto en el jardín de nuestra villa. Todos los tercios de villa unidos jamás serán vencidos. Catering nupcial y cheque en blanco de Dioniso en todas sus ramificaciones familiares. La comuna vecinal al completo y demás invitados terminaron de engalanar un jardín iluminado por unas luces multicolores que yo no sé quién las había comprado.

El resultado se lo pueden imaginar ustedes: sexo, drogas y rock&roll... Bueno, más bien: baile, vinos y salsa.

Total, que la fiesta fue un éxito y mi querida "Königin von Oben" derrochó belleza y felicidad.

Pasaron los días -avión que va y viene- y Dora decidió abrir de nuevo las puertas de sus murallas y mandar señales de humo con formas de sonrisa; sonrisas de verdad. ¡Anda que ya le vale!

Así que ya ven: Alemania campeona del mundo; mi querida "Königin von Oben" medio centenaria y cada vez más joven; y este españolito, más "pallá" que "pacá", a punto de cumplir sus tres años de residencia en este maravilloso pueblo de Alemania... del Este. ¡Mol fort!

En fin, que mañana me voy de vacaciones. Ahora toca bombardear el recinto amurallado de Dora con familia, amigos, sol, playa, piscina, vinos, tapas y bici-correr. Todo ello en su conjunto debería contribuir a que vuelva a estar más "pacá" que "pallá". Veremos.

De momento, me despido temporalmente de todos  ustedes, mis queridos lectores surrealistas, deseándoles un verano lleno de sonrisas; sonrisas de verdad. Brindo por ello.

¡Salud!