* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

jueves, 31 de julio de 2014

Sonrisas de verdad

Bajé corriendo al jardín y ahí estaban todos, vecinos de pro y de contra, ataviados con pelucas, banderas y con los nervios a flor de dermis. Para no desentonar -aunque el acento me delate- me coloreé bien de negro, rojo y amarillo y me abrí una cerveza (que Dioniso me perdone).

¡A ver quién es el valiente que anima a otro equipo que no sea Alemania!

Con mucha premeditación y alevosía me senté al lado de mi querida "Königin von Oben" o viceversa y, como era de esperar, no paramos de hablar en toda la final. A los treinta minutos ya nos habían sacado la tarjeta amarilla.

¡A ver quién es el valiente que habla mientra juega Alemania!

El final ya lo conocen ustedes. Alemania se convirtió en campeona del mundo de fútbol y el delirio se apoderó de todos los allí presentes. Todos a una "Pueblucho Ovejuna".

Y les confesaré una cosa. Este españolito solidario, obviando algún que otro ramalazo soberbio teutón, también se alegró; más que nada por toda la buena gente que he conocido en esta tierra durante estos tres últimos años, que son muchos -años también- aunque no todos.

Pasada la euforia victoriosa vecinal, la vida volvió a su curso surrealista lejano a la normalidad. El trabajo lo volvió a inundar todo. ¡Qué afán por acapararlo todo, de verdad! El deporte luchaba sin tregua por recuperar parte del terreno perdido en el espacio vital de Dora. Un fracaso.

Y de repente, un buen día de hace un dúo de semanas, Dora decidió unilateralmente cerrar con llave el acceso a su espacio protegido. Ni deporte, ni trabajo, ni nada... Aislamiento total dentro de sus murallas. Digamos que sufrió una transformación nunca antes experimentada, guiada por las necesidades más básicas de la vida; ésas que tan a menudo relegamos en la vorágine del día a día.

Pero claro, le gustara o no a Dora, la vida del pueblo continuaba y entre otras muchas actividades había que volver a celebrar el medio siglo de mi querida Königin von Oben (poseedora del secreto de la eterna juventud) y realizar un viaje de trabajo a mi ciudad de origen (cual baúl de la Piquer).

Dora la rebelde se resistía a abandonar su recinto amurallado, pero en un arrebato de sensatez -poder de convicción de sus asesores- finalmente cumplió la agenda programada. Mi "Königin von Oben" es mucha "Königin von Oben" y se lo merece todo.

Celebración por todo lo alto en el jardín de nuestra villa. Todos los tercios de villa unidos jamás serán vencidos. Catering nupcial y cheque en blanco de Dioniso en todas sus ramificaciones familiares. La comuna vecinal al completo y demás invitados terminaron de engalanar un jardín iluminado por unas luces multicolores que yo no sé quién las había comprado.

El resultado se lo pueden imaginar ustedes: sexo, drogas y rock&roll... Bueno, más bien: baile, vinos y salsa.

Total, que la fiesta fue un éxito y mi querida "Königin von Oben" derrochó belleza y felicidad.

Pasaron los días -avión que va y viene- y Dora decidió abrir de nuevo las puertas de sus murallas y mandar señales de humo con formas de sonrisa; sonrisas de verdad. ¡Anda que ya le vale!

Así que ya ven: Alemania campeona del mundo; mi querida "Königin von Oben" medio centenaria y cada vez más joven; y este españolito, más "pallá" que "pacá", a punto de cumplir sus tres años de residencia en este maravilloso pueblo de Alemania... del Este. ¡Mol fort!

En fin, que mañana me voy de vacaciones. Ahora toca bombardear el recinto amurallado de Dora con familia, amigos, sol, playa, piscina, vinos, tapas y bici-correr. Todo ello en su conjunto debería contribuir a que vuelva a estar más "pacá" que "pallá". Veremos.

De momento, me despido temporalmente de todos  ustedes, mis queridos lectores surrealistas, deseándoles un verano lleno de sonrisas; sonrisas de verdad. Brindo por ello.

¡Salud!



domingo, 13 de julio de 2014

Barcelona: me da igual... me encanta

De entrada les diré que soy agnóstico, daltónico y optimista, pero les reconoceré que entrando el otro día en la Sagrada Familia sufrí una especie de recogimiento espiritual que hacía mucho tiempo que no experimentaba. De repente se me olvidaron "Los jardines colgantes de Babilonia" y los recuerdos del pasado me fulminaron: Mi gente, mis orígenes y todo el camino recorrido hasta el día de hoy.

Por descontado me encandiló el arte y la visión de Gaudí. Cómo se puede diseñar una catedral en el año 1882 y que más de un siglo después parezca más moderna que al arquitectura actual. Alucinante. Esas cascadas de luz; esos ojos que todo lo ven; esas columnas, la bóveda... Sin palabras y, ya les digo, tele-transportado a otra dimensión.

Altar principal de la Sagrada Familia

Vista de Barcelona desde la torre de la Pasión
Pero el silbato del mundial de fútbol iba a llamar a nuestra puerta y hubo que regresar a la dimensión terrenal. Murphy iba a querer que tanto Bélgica como Colombia dijeran "Tschüss" (adiós) al mundial. Una pena. El colega es así de caprichoso. Y aunque Pedro -belga de pura sangre- tuvo su momento de tristeza, la energía positiva del fin de semana barrió cualquier tipo de decepción. Todavía quedaba por inaugurar oficialmente el precioso piso restaurado del Gran Tío Gilito en pleno centro del Borne.

En la fiesta de inauguración conocimos a Lulú de China -¡¡que alguien ponga un pestillo en el baño!!-; a Gong de Malasia -la Barceloneta está llena de gentuza-; a una pareja de Jaén -yo trabajo dos días a la semana-; al vecino sueco de abajo; a la novia del sueco -una chica guapísima de San Sebastián-. Vamos, que ahí estábamos todos preguntándonos unos a otros de qué conocíamos al gran Tío Gilito. Fue el tema de conversación por excelencia. As Mario Vaquerizo would say: "me da igual... me encanta!"

El intenso fin de semana poco a poco iba llegando a su fin. El domingo amaneció igual o más bonito que el día anterior. Nos sentíamos ya como parte del barrio. El poder caprichoso de la mente.

Pero antes de irnos era de obligado cumplimiento degustar una paella de marisco a orillas del mar Mediterráneo. Nosotros, gentuza de pro, repetíamos en la Barceloneta. Y ya que lo teníamos ahí, el mar Mediterráneo, no pudimos resistirlo y en plan Duquesa de Alba -me pongo el bañador por debajo de la toalla delante de todo el mundo- nos metimos en el mar.

Para chuparse los dedos...

Cuando me jubile (dentro de cinco años) viviré cerca del mar.

El avión de regreso a Alemania nos esperaba a las cinco de la tarde. La emperatriz de Japón y el conde de Barcelona se quedaban en la ciudad condal y los "Siempre ahí" y este españolito regresábamos a nuestro país de residencia.

"So ist das Leben" (así es la vida). Nos abrazamos y cada uno siguió su camino.

El día después en el trabajo tuve la sensación de haber estado soñando durante todo el fin de semana. Infinidad de recuerdos y risas salpicaban constantemente a Dora, pero hubo una frase que nunca olvidaré:

Perro lamiendo no engorda.



P.D: Me bajo corriendo al jardín que tengo a la comuna vecinal al completo -los Königen von Oben con la kleine Ratte, los abuelillos, la bella Julia & el croata y los KIA- preparados todos para ver la final del mundial de fútbol.

¡Suerte Alemania!

Barcelona: a a a a a a
Barcelona: bailamos
Barcelona: me da igual... me encanta

sábado, 12 de julio de 2014

Barcelona: bailamos

El sábado amanecimos con una comparsa musical en la calle. Sí, ahí estaba todo el mundo cantando el BAILAMOS de la noche anterior debajo del balcón del recién restaurado apartamento del Tío Gilito. Mi cabeza retumba.

El Borne -antiguo barrio costero de Barcelona- se va despertando. Mientras Dora se despereza al ritmo de la susodicha canción, me asomo al balcón y observo como las calles se llenan de turistas, pintores y comerciantes. Respiro sol, bullicio, mar... y el gin-tonic de la noche anterior.

...y Teufelcillo hablando con los vecinos de balcón a balcón.

Bajamos a la calle y, paseando, paseando, decidimos adentrarnos en una peluquería de toda la vida venida a más -por lo desorbitado de los precios- y dejarnos hacer el cabello. Queremos estrenar "look" veraniego mega guay para el fin de semana. Total, como en el pueblo de Alemania... del Este no podemos presumir, vamos a darlo todo en Barcelona.

Mientras recibo un masaje capilar, una especie de vibrador se desplaza en el respaldo de mi sillón. Eduardo Manotijeras trabaja animadamente el cabello de Pedro, y Teufelcillo y el Tío Gilito conversan alegremente en la denominada zona de relax: "por favor guarden silencio".

De repente, la amiga peluquera se acerca sigilosamente a mi cara y, así como si nada, me suelta: -¿quieres que te haga el unicejo? Automáticamente una retahíla de insultos se atropellaron en mi cabeza, pero me los guardé todos mientras una pasta caliente se posó sobre mi piel.

- ¡La madre del cordero! ¡Que alguien me saque de aquí!

En fin... La vitamina para el cabello (por suerte no me llamó calvo) y la de la cara me la ahorré con un rotundo NO. Para eso ya tengo la vitamina C de mi super sister que mantiene mi cutis suave como el culo de un bebé.

Con nuevo look y gafas multicolores nuevas nos adentramos en la Edad Media por las callejuelas del Borne al ritmo de BAILAMOS. Llegamos a la plaza de "La Catedral del Mar" con el sol explotando en toda su fachada (si no se han leído el libro de Ildefonso Falcones se lo lean).

Las terrazas rezuman vida. El olor de los locales de tapas empieza a despertar nuestro apetito. Decidimos hacer caso a nuestros sentidos y colarnos en el "Golfo de Bizkaia". Una tabla de quesos, unas mini hamburguesas y un exquisito salmón, acompañado todo de un txacoli vasco, hicieron las delicias de nuestras papilas gustativas.

Todos contentos -Dioniso y su poder de convicción- decidimos unirnos a la masa de turistas y poner rumbo a la playa de la Barceloneta. Constato que Dora ya no ahúma. El contacto de los pies con la arena y el agua del mar ha producido una reacción química anestésica de todos los quebraderos de cabeza y con efectos secundarios de júbilo.




A lo lejos una vela en forma de hotel, o un hotel en forma de vela, donde se dice, se cuenta que se encuentra una de las siete maravillas del mundo: Los jardines colgantes de Babilonia, bueno o algo parecido en forma de terraza de lujo para uso exclusivo de sus huéspedes.

Ese día nosotros íbamos a ser unos más de ellos, por supuesto.

Ese momento nos hacemos los "si nosotros venimos aquí todos los días". Y eso que seguíamos llevando look de turistas alemanes -ya saben, flip-flops sin cristales-. Pero me imagino que el corte de pelo recién estrenado, las gafas multicolores y la presencia escénica del gran tío Gilito ayudaron a que pasáramos desapercibidos, o percibidos como huéspedes del hotel.

Nos encontramos en el paraíso.

Observo por el espejo retrovisor que Teufelcillo y Bert, unos metros detrás de nosotros, son retenidas:

- Sí, sí... Los pases los llevan ellos.

¡Venga! ¡al rico mojito de fresas y sangría de cava!

Tumbados en la cama blanca y con el telescopio hacia la piscina me pregunto: ¿Estaré soñando?





De repente alguien me pellizca y me despierta del sueño. Mi querida Teufelcillo -más española que alemana, pero más alemana que la emperatriz de Japón- nos recuerda que tenemos entradas para visitar la Sagrada Familia y su torre de la Pasión. Vamos, que nos tenemos que ir...

La felicidad es relativa y temporal.

De camino, una mujer de Valladolid de 90 años, sentada en un banco al lado de la playa, disfruta tranquilamente del sol y de la brisa del mar.

Continuará...



jueves, 10 de julio de 2014

Barcelona: a a a a a a a

A saber cómo les ha dado por leer el título del post a mis queridos lectores surrealistas...

Les diré que fue escrito espontáneamente al son del bel canto de Monserrat Caballé & Freddie Mercury. Y ustedes dirán, a este españolito se le va cada vez más la Topf (olla). Pues sí. Bueno no, tampoco es para tanto. Simplemente me ha dado por soltar unas notas al aire recordando el gran fin de semana vivido en Barcelona entre risas y amigos: El gran tío Gilito, conde de Barcelona; mi querida Bert, emperatriz de Japón; y los "siempre ahí" Teufelcillo & Pedro, Königen de Frankfurt.

Este blog, más que hablar sobre el pueblo en Alemania del Este, se está transformado en un blog viajero dicharachero. Pero es que, de verdad, el pueblo ya no da mucho más de sí y el trabajo tiene a Dora ahumando... Así que, por unanimidad dictatorial, he decidido activar el modo "hay que salir del pueblo" para aguantar como sea el tiempo que me quede por estos lares.

La fecha de partida de este españolito es el secreto mejor guardado del mundo, tan secreto que ni siquiera la sé yo. En cualquier caso, ya les adelanto que ese día significará la clausura de éste nuestro querido y surrealista blog. Ay pena, penita, pena, pena, pena de mi corazón...  no por abandonar el pueblo, que no, si no por la clausura del blog. En el fondo le he cogido cariño... al blog, bueno y al pueblo también.Pero vamos, no adelantemos acontecimientos y disfrutemos del sol condal independentista catalán. Abróchense los cinturones que despegamos:

El viernes pasado por la noche nos montábamos mis queridos "siempre ahí" y este españolito en un avión de una compañía de bajo coste. Uno es socio co-fundador de Lufthansa (vamos que tengo tarjeta miles&more) y no sé todavía muy bien cómo, ni en qué momento, decidí comprar un billete low-cost. Oigan, un vuelo fascinante.

Retraso de una hora y media. Turbulencias durante la mayor parte del vuelo. Tormenta en la lejanía que decide iluminarnos el camino vuelo. Silencio tenso en la recamara con los asideros de los asientos llenos de manos. Mi querida "Teufelcillo" sumida en un cierto estado de inquietud. La azofaifa canaria, Laura -guapa y divertida como ella sola- activando la respuesta estándar de manual:

- No se preocupen. Estamos pasando una zona de turbulencias.

Pues ya dura. Si te pusieras ahora a explicar las normas de seguridad -salida de emergencia al fondo a la derecha- ya verías como la gente te prestaba atención y todo...


Gracias por recordarnos que tenemos que respirar...
No se pierdan los monigotes... Funny jumping!
A lo que, en mitad de la tensión recibo la llamada de Dioniso:

- Laura, ¡menudo vuelo nos estáis dando! Venga, sácanos unos vinitos que esto hay que animarlo. 

Oigan, que una de dos: o el colega Faustino contribuyó a que desaparecieran los vaivenes del avión, o éstos realmente desaparecieron. La cuestión es que al final "Teufelcillo" se quedó frita y Pedro y este españolito nos dedicamos a hacer un reportaje fotográfico para el National Geographic..

"El Fausto" lo escribió Goethe. "El Faustino" lo creó alguien en La Rioja hace 150 años.

Venga adivinen. Yo veo una especie de cabeza de dragón... (¿será el  Faustino?)

El aterrizaje, como no podía ser de otra manera, lo realizamos con un ligero exceso de velocidad y tirando del freno de mano; me imagino que en un intento por no salirnos de la pista. Gracias piloto. Total, que nos alegramos y mucho de llegar a Barcelona: 1) por el fin de semana que estaba a punto de comenzar; y 2) por salir de ese simulador de turbulencias en pruebas...

Ya en el aeropuerto nos esperaba el gran Tío Gilito, conde de Barcelona, que nos llevó a cenar a la Cervecería Catalán (muy muy recomendable) donde nos íbamos a re-encontrar con mi querida Bert, emperatriz de Japón.

Comenzaba el deleite de todo tipo de exquisiteces gastronómicas varias coronadas por unas deliciosas gambas al ajillo y un espectacular vino blanco (Saltimbanqui). Estamos cenando a  la una de la madrugada. Vamos, igualito que en mi pueblucho de Alemania... del Este, donde a las seis de la tarde salen los fantasmas a pasear por la calle principal.

Después de cenar, todavía con el "look" de turistas procedentes de Alemania -flip-flops llenos de cristales- decidimos ir a tomar una copa etílica y nos dieron, la una, las dos y las tres.... y desnudos al anochecer nos encontró la luna. ¡Tampoco se lo vayan a creer todo al pie de la letra!

Pero digamos que arrancamos el fin de semana a lo grande.

Les dejo con la canción que me despertó:  BAILANDO

Continuará...