* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

miércoles, 31 de diciembre de 2014

Navidad: Por el amor de esa mujer

Y terminaremos la trilogía navideña, y con ella el año 2014, con: Tu Voz.

Tu voz. La suya, la nuestra, la de todos. Una de esas noches de verano, digo de invierno, bueno más bien de Navidad, que terminamos de cenar y decidimos adentrarnos en un karaoke. Un karaoke. Lo más. 

Lo dimos todo. Cantar bien, lo que se dice cantar bien, no parece que lo hiciéramos mucho -por lo menos por la parte que le corresponde a este españolito expatriado y temporalmente reintegrado en su ciudad de origen- pero lo bien que lo pasamos no tiene precio. Me debato entre colgarles un vídeo ejemplo, que no ejemplar, de la noche. Sigo contándoles y ya veremos al final...

Por el escenario pasaron Julio Iglesias, Miguel Bosé, Ricky Martin, Celia Cruz, Joaquín Sabina, Las Nancys Rubias (me encanta), los Siempre Así (a su manera), Abba, José Luis Perales y compañía (las gaviotas) etc.

Pero estaba a punto de suceder uno de esos momentos que inesperadamente consigue quedarse para siempre en el disco duro de Dora; tarea ésta harto difícil. Mi querida "Manuela, ¡venga!" lo grabó todo, pero sigo dudando si colgarlo o no... Luego lo decido.

Sí, de repente subieron al escenario -y bajaron y volvieron a subir- Bustamante y Alex para cantar al multi-sono: "por el amor de esa mujer".

Destrozo total y absoluto. Los colegas no pillaron el tono desde el principio y, claro, no lo encontraron en toda la canción. Hubo intento de rescate por parte de amigos que salieron a cantar a la desesperada, pero ni con esas. Si Bustamante me da permiso, a lo mejor cuelgo el vídeo al final...

El resto de la noche fue un auténtico reflejo de la España cañí y alegre. ¡Viva lo cañí!
Tuve algún momento de reflexión (realmente muchos) sobre mi expatriación. Sinceramente me encantó ver a la gente tan feliz cantando o destrozando canciones pero, ¡y qué más da! si de lo que se trata es de disfrutar del momento y de tu gente.

Conclusión: tengo que abrir un karaoke en Frankfurt. Lo hablaré con el Gran Tío Gilito.

Y así concluyó más o menos mi periplo navideño. Este año no he podido ver a todos los que hubiese querido, pero para todos ellos van también, por supuesto, mis mejores deseos.

En el AVE de vuelta no pude dejar de llorar -de risa- visualizando una y otra vez el famoso video "por el amor de esa mujer". El vecino de asiento me miraba con cara de "¿¡a éste qué le pasa?!".

Horas más tarde, el descojonamiento la hilaridad descontrolada se repitió en el avión. Esta vez la japonesa de al lado me miró con cara de "qué raros son estos europeos. ¿Será europeo?". Y de repente me quedé dormido.

Recién aterrizado, la nieve congelada sobre mi coche me devolvió de un porrazo a una surrealidad ya casi olvidada. "Willkommen in Deutschland". Me costó un buen rato limpiar el coche, pero bueno, tuve banda sonora de acompañamiento. ¿Se la imaginan?


Qué bucólico ni qué ocho cuartos. ¡Un coñazo! Y los guantes en la maleta...

La conclusión de mi debate interno ha sido que las risas son más importante que cualquier otro ingrediente, así que esta noche brindaré por un año 2015 lleno de salud -cierro estas líneas sonándome los mocos- y lleno de carcajadas.

Y por si les ayuda en esto último, aquí les dejo el vídeo.

¡Muy feliz 2015!


Y aunque la única conexión entre capítulos haya sido temporal, esto realmente era una trilogía. Vamos, lo que viene siendo una entrada muy larga dividida en tres partes.

Navidad: Soy de Aragón
Navidad: Let it go, let it go
Navidad: Por el amor de esa mujer

martes, 30 de diciembre de 2014

Navidad: Let it go

Y continuó...

Sí, el día después me quedé "frozen", por muchas razones, pero sobre todo por el villancico que nos aprendimos con mis queridos potrillos salvajes.

Ocho de la mañana. No tengo nada mejor que hacer estando de vacaciones que llevar a mis sobrinas -los mencionados potrillos salvajes- al colegio. Recién levantados. Mis ojos verdes -o marrones- no se quieren abrir. Un potrillo se reboza en el sofá con cara de "quiero dormir más". El otro me pide por favor que le haga una coleta de caballo pero sin tirones. Mientras nos preparamos para salir de casa, entonamos nuestras gargantas al ritmo de nuestro villancico particular:

Let it go, let it go...

Mi "sister", de los nervios, hace los acompañamientos musicales un poco a estilo rap:

- ¡Que te vistas ya! ¡Las raquetas! ¡Que llegamos tarde!

Faltan quince minutos para las nueve de la mañana y nos encontramos todos en el parking del cole: las mamás y este españolito. Observo que los potrillos salvajes desarrollan cierto sentido del ridículo al estar rodeados de animales de su misma manada, con lo cual, y muy a mi pesar, una vez integrados en su hábitat escolar natural decido cesar el karaoke. Eso sí, al darles el beso de despedida en plan abuela, y sin perder de vista con quién se juntan, les susurro al oído:

Let it go, let it go.

Ese mismo día me tomé un aperitivo con una de las mamás. Es lo que tiene llevar a tus sobrinas al colegio... Y oigan, que entre ensaladilla rusa y cervezas con limón, se desarrolló una conversación de lo más interesante, llena de sensatez y sentido común.

La semana siguió su tradicional curso navideño. Exceso de todo; de todo, todo. La familia de mi cuñado, "si-si-sister in law" incluida (concuñada), se fue incorporando progresivamente al tsunami navideño, lo que produjo una muy esperada re-activación del mismo.

Esos langostinos sumergidos en mayonesa. Esas gambas a la plancha que producen una succión de dedos como si no hubiera nadie sentado a tu lado. Ese exquisito ternasco de Aragón que se hace hueco a la fuerza en el estómago. Ese vino que es mejor que el tuyo. No, el mío es mejor. En Navidad, todos los vinos son exquisitos. Y de postre: Miguelitos típicos de Ciudad Real (tiernos hojaldres rellenos de crema).

De repente, me doy cuenta que llevo toda la semana sin comer ¡frutas y hortalizas! Me toco la tripa. Intento palpar seis protuberancias. Nada. Pero ¿alguna vez las he tenido? Paso de mi debate interno y vuelvo a la realidad. La conversación política monopoliza la mesa. Me concentro en los langostinos... ¡Ah, no!, que ya estamos en los postres. Pues sí que se ha pasado rápido la cena.

Para rebajar todo, no hay nada más digestivo que un buen Gintonic. Con uno haces la digestión. Con el segundo empiezas a confundir un poco al estómago. Con el tercero ya te crees que cantas bien...

Y entre Gintonic y Gintonic apareció Papá Noel. ¡Qué fort! Los potrillos flipándolo. Creo que será el último año de "flipaje" en directo, pero bueno, la emoción fue latente.

Y para rebajar los excesos alimenticios y etílicos de la semana, nada mejor que una o varias sesiones de bici-correr, actividad ésta desarrolladora de la capacidad pulmonar por el palique que conlleva, y con emoción incluida al observar que mi perro favorito del canal imperial de Aragón (Guau Guau) sigue igual de lustroso que siempre. Me miró con cara de: -¿y tú quién eres? 

El oxígeno del parque grande de Zaragoza y ver a la gente corriendo y paseando con el sol brillando a su paso me devolvió media vida.


Guau Guau
He ahí mi querido "brother", socio co-fundador de la actividad bici-correr.

A punto de terminar la semana navideña, quedaba el plato fuerte para el final.

Dicen que por el amor de una mujer se puede hacer cualquier cosa, ¿no?

Continuará.


lunes, 29 de diciembre de 2014

Navidad: Soy de Aragón

¡Feliz Navidad!

Vamos, que espero que hayan pasado todos ustedes, mis queridos lectores surrealistas, una muy feliz Navidad. Como dice nuestro sabio y querido refranero popular español: nunca es tarde si la dicha es buena.

Y es que esta misma dicha ya la quise escribir hace unas semanas -de hecho tenía media entrada escrita-, pero tras unas últimas semanas de locura de repente me vi sentado en un avión dirección a mi querida "Spain-twelve points" e inmerso en mi propia Navidad. El pergamino con la media entrada ha ido a la papelera.

Pues sí, me dejé engullir por mi propia Navidad. Oigan, que de golpe y porrazo se me habían olvidado todos mis desamores. La terapia de olvido -Dora es una especialista- comenzó nada más bajar del avión y ver al gran Tío Gilito (y digo gran porque es muy grande). Apareció en escena con su espléndido coche nuevo, repleto de historietas y croquetas para amenizar el trayecto. A mitad de camino paramos a comer las susodichas y a comprar un número de la tradicional lotería de Navidad. Dijimos, si toda España tiene un número, nosotros también:

- El gordo va a acabar este año en 37. 
- Pues el 37 es mi número favorito. 
- Venga va, vamos a parar en esta gasolinera que este año nos toca a nosotros.

Y el gordo terminó en 37. ¡Qué tío!  Ni mi querida Lola es tan precisa...

Total, que llegamos a Zaragoza y empezó el tradicional festival de reencuentros y abrazos, más revitalizantes éstos que las poderosas cremas faciales -adiós arrugas- de mi querida sister.


Esa misma noche celebrábamos en Casa Lac (muy recomendable) la tradicional cena de Navidad Erasmus con el tío Gilito y resto de amigos. Les confesaré que el año Erasmus 1997/98 cambió la vida de este españolito. Fue como el embrión de mi actual expatriación. Diecisiete años después ahí estábamos todos de nuevo, sin arrugas, sin una cana de más, sin un pelo de menos y con algún que otro hijo de más... o de menos.

Durante la cena no pudimos evitar hablar, faltaría más, con los de la mesa de al lado. El poder desinhibidor de Dioniso. Y una vez cebados y conversados todos, nos fuimos a tomar una copa a El Plata: bar teatrillo cabaret de toda la vida. Yo notaba que mi cara de amargado estresado con la que montaba en el avión unas horas antes había desaparecido casi por completo.

Tras negociar un precio estándar igual para todo el mundo de diez euros, entramos y nos colocaron en la última fila. Vamos, dijeron, a éstos por pesados al final. Que comience el espectáculo:

Bailarines y bailarinas de todos los tamaños, edades y colores empezaron a contonearse algo ligeros de ropa, por decirlo de alguna manera, al ritmo de la música. Y entre tanto derroche de sutileza hubo una actuación que captó mi atención.

Una chica bastante curtida intentaba beber, creo que era leche con hielitos, mientras hacía estiramientos sobre la barra del bar y, claro, la leche se deslizaba así como quien no quiere la cosa sobre las ondulaciones de su cuerpo desnudo. Enfrente del despilfarro lácteo, un baturro cantaba una jota: soy de Aragón (y en mi tierra no se sabe de mentiras ni traición).

Pensé: - Yo también, pero vivo en un pueblecito de Alemania... del Este.

Surrealismo puro y duro. Pero oigan, que se me puso la carne de gallina a punto de poner huevos. Me he vuelto de un susceptible..., porque el cuadro digamos que fue de todo menos nostálgico. En fin...

El día después me quedé "frozen".

Continuará.


martes, 9 de diciembre de 2014

Dime por qué no lo vamos a intentar

"Si los hombres han llegado hasta la luna. Si desde este pueblo puedo hablar con alguien que esté en Nueva York. Si la medicina cura, lo que antes era una muerte segura. Dime por qué no es posible..."

Abro el ojo. Ni el perro del vecino ladra. Abro el otro ojo. Descubro que no tengo que ir a trabajar. Y entonces, digo yo: -¿para qué me despierto tan pronto? Cierro los ojos: -no pienses, no pienses, no pienses. Joer Dora, ¡que te he dicho que no pienses! Nada, el engranaje mental se ha puesto a rodar sin permiso. Mierda de engranaje. -Hala venga, deja de hacerte el dormido. Vuelvo a abrir los ojos. Esta vez los dos a la vez. - Pues ya que estamos, me voy a preparar un "Nespresso, what else?"

Les diré que los amaneceres del pueblo no tienen nada de particular, pero bueno, ahí estaba analizando el rocío teutón matutino posado sobre mi coche. Analizar: dícese del hecho de mirar fijamente un objeto mientras Dora se da un paseo por las nubes. Las nubes están llenas de frases, de fotos y de dudas. Muchas dudas.

Me preparo un segundo "Nespresso, what else?" Esta vez me decanto por mi cápsula favorita: Roma. El aroma a café invade la cocina y el frío de las baldosas mis pies. Dora sigue saltando de nube en nube; a su bola. Decido irme a correr para obligarla a descender del reino de los cielos... Ups, hay un pequeño problema. Mi uniforme de corredor profesional espera en la secadora, por lo menos, desde hace un par de días. Como buena casa alemana, la lavadora y la secadora están en el cuarto de las mismas; esto es, en el trastero.

Me aventuro a bajar al trastero con mi pordiosera apariencia matutina en la esperanza de no toparme con ninguno de mis vecinos. Mi gozo en un pozo. Mientras bajo las escaleras a la velocidad del viento, por ello de minimizar riesgos, se abre la puerta de la vecina de abajo (la bella Julia). Regalito de Murphy:

- Guten morgen. 

- Guten morgen. Cuánto madrugamos, ¿eh? Sonrisa de "joer, qué casualidad".  Menos mal que llevo el pijama del pequeño Calvin, reflexiono.

Nos hinchamos de buenos deseos el uno para con la otra y nos despedimos: un par de besos y... ¡¡una palmadita en el culo!! Tal cual.

- ¿Me ha tocado el culo? Creo que sí. Será que mi culo se vuelve más apetitoso en pijama.

Vuelvo al hogar. Me acicalo. Acicalarse: dícese del hecho de lavarse la cara y vestirse. Abro la ventana. El perro del vecino me grita los buenos días. Le contesto en su idioma. Cuando bajo a la calle, el "chuchodiso" me sigue gritando no sé qué. Le conmino a callarse, por ello de no despertar a todo el vecindario, pero no parece entenderme. -Bueno, que te den...

Me pongo a cabalgar cual caballo al ritmo de mi "playlist". De repente, una canción consigue captar mi atención:

"Si en la caracola se oyen los rumores de la mar. Si la gente ya se encienden y después se vuelven a apagar. Si amanece cada día. Si hay momentos que valen toda una vida. Dime por qué no lo vamos a intentar".

¿Se acuerdan de las nubes de las que les hablaba mientras observaba el rocío matutino? Pues oigan, que se han evaporado. Y es que es verdad. Pero, ¿por qué no vamos a poder conseguir aquello que queramos? Si uno tiene claro lo que quiere, tiene que luchar por ello, independientemente de las nubes que aparezcan por el camino. Qué más da lo que opine la gente y mucho menos si la opinión procede de, como dice una de las personas más influyentes en mi vida, meros coincidentes laborales.

Las opiniones son gratuitas y por lo tanto susceptibles de ser emitidas de manera imprecisa e interesada.

Ya ven, filosofando antes de la Navidad.

Y como seguro que mis queridos lectores surrealistas se han quedado con la duda de cuál fue la canción con poderes evaporizantes, me despediré esta semana de todos ustedes con una fórmula infalible:

Autoconfianza.


Cuando volví de correr, la cara de felicidad y excitación de esta niña conductora de tren me hizo sonreír.