* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

viernes, 9 de noviembre de 2012

83

Como en mi última entrada se me quemaron los pimientos de padrón y ante mi, me imagino que inevitable aumento de credibilidad gastronómico-culinaria, he decido dedicar una entrada de éste mi blog, al arte de la cocina en Alemania (del Este), como si uno la conociera de verdad.

De antemano ya digo que, viva el jamón Ibérico!, el queso manchego!, y el vino tinto español!

Olvídense por un momento de Frau Merkel, y díganme lo primero que les viene a la cabeza, cuando escuchan la palabra Alemania....  ¿cerveza?, ¿salchichas?

Aunque algo de razón no le falta a la comunidad internacional, cierto es que hay vida más allá... Seguro que mis queridos lectores surrealistas, en los extremos de la campana de Gauss, han pensado también en Einstein, Danubio, Goethe, Berlin, Rin etc.



En cualquier caso, el 'Bundesland' al que pertenece mi pueblecillo forestal sí se caracteriza por el consumo no moderado de 'Bratwurst' D.O. de Thüringen, salchichas de cerdo de toda la vida que, entre risas y unos cuantos decilitros de cebada hecha líquido, como dirían mis queridas puristas cerveceras, siempre con espuma y sin limón, hasta te pueden llegar a gustar, aunque sin 'Zugabe' (otra, otra, otra!).

Esta expresión, muy utilizada por los teutones en los conciertos, la verdad, no sé muy bien si se puede usar también para expresar el deseo de repetir salchichas. Como buen 'españolito', de vez en cuando hay que darle alguna que otra patada al idioma de Goethe. Por cierto que Goethe, escritor de El Fausto, que viene a ser como nuestro Cervantes y su Quijote, nació en Weimar, pueblo próximo a mi lugar de residencia. Si es que esta zona de Alemania (del Este) es una fuente inagotable de artistas y aprendices de escritor.

Continuando con el cerdo, no Goethe, sino las salchichas, les contaré lo ocurrido en uno de los 'Grillen' que tuvo lugar en el jardín de mi 'villa'. Ya saben ustedes que la 'villa' es mía y solamente mía durante estas dos semanas, pero que en realidad es compartida, a tercios casi iguales, con mis queridos 'Königen von Oben' y los no tan queridos 'Unteremieter'.

Me remonto a la Semana Santa pasada, cuando, casi entre lágrimas, recibí la visita de unos amigos, 'españolitos' de pro como yo, con una cargamento de productos típicos españoles: morcillas, queso, vino y chuletas de ternasco D.O. de Aragón! Estado de excitación absoluto.

Como en mi 'villa' no andamos muy sobrados de intimidad, el control vecinal es un deporte nacional, y que los puristas del fútbol me perdonen, decidimos hacer un 'Grillen' en el jardín y compartir la cosecha española con toda la comuna vecinal, esto es: 'Königen von Oben', 'abuelillos entrañables', 'el croata y la bella Julia', y 'los Wohnwagen', orgullosos dueños de la autocaravana más grande del mundo.

La estrategia era clara, hacer primero las Bratwurst D.O. de Thürigen para saciar el apetito de la comuna vecinal y después, preparar las delicatessen nacionales. No me explico muy bien qué parte de nuestro elaborado plan falló, pero esa noche los 'españolitos' sólo comimos una chuleta de ternasco y un trozo de morcilla per capita. Eso sí, las salchichas, perdón, las Bratwurst D.O. Thüringen, se reprodujeron como los 'Gremlins' mojados. El consuelo de lo ocurrido, como diría mi madre, y me imagino que la de todos ustedes:

"Lo bueno compartido..., dos veces bueno".

Continuando con nuestra inmersión gastronómico-culinaria de hoy, les explicaré que otro elemento muy importante de la dieta báltica de mis conciudadanos es el denominado 'Gehacktes', dícese de la carne picada de cerdo en su estado más crudo, mezclada con sal, pimienta y no sé qué más. Es como el 'steak tartare' de ternera, tan demandado en los restaurantes de postín, pero en versión cerdo, vamos más barato. Pones la mezcla sobre un panecillo o 'Brötchen' de toda la 'Leben', plus cebolla picada y pepinillo y, venga!, todo para adentro. Y créanme, está muy bueno!

Pescados frescos, como de intimidad, la verdad que no andamos muy sobrados por aquí, pero lo suplimos con unas paellas llenas de langostinos, gambas, mejillones, almejas y calamares. Uno, haciendo buen uso de las numerosas 'master-class' recibidas por su cuñado durante tantos domingos familiares previos a su expatriación, ha desarrollado, hasta límites insospechados, la técnica manchega, lugar de procedencia de la persona que robó el corazón de mi 'sister', de elaboración de paellas. ¡Quién me lo iba a decir a mi!

Y como soy así de generoso, compartiré con ustedes, queridos lectores surrealistas, mis tres claves para elaborar con éxito una buena paella manchega (la auténtica paella valenciana, se la dejo a los valencianos):

1) Abrir la primera botella de Ribeiro Viña Costeria desde el minuto uno, asumiendo que los teutones beben vino a la misma velocidad y en la misma cantidad que su famosa, según la comunidad internacional, bebida nacional. Y para los que crean en la mitología griega, que viva Dioniso!

2) No marear mucho el arroz durante su cocción. Al arroz, como a algunas personas, hay que dejarle su espacio vital, sin agobios... Esto lo he ido mejorando con el paso del tiempo y la verdad que funciona.

3) Ante la falta de azafrán, utilizar cualquier colorante amarillo que le de a nuestra paella ese 'look' tan característico. Como diría Julio César al separarse de Pompeya: "la mujer del César no sólo tiene que ser honrada, sino también parecerlo". Pues lo mismo es aplicable a las paellas.

Al final de la velada, todos los invitados se pondrán a jalear, entre saltos de alegría y muestras de gratitud. En nuestra comuna vecinal, no nos damos la mano (a la alemana), ni nos damos dos besos (a la española), nos abrazamos efusivamente, como Dioniso manda.

Para terminar con mi repaso culinario de mi, de verdad, cada vez más querido lugar de residencia, os recomendaré el restaurante que salvó mi vida la primera noche que, tras una interminable mudanza, por fin me quedaba a dormir en mi tercio de 'villa'.

Uno soñaba con cenar en casa, su sofá y su tranquilidad, pero nada más lejos de la realidad, porque mi super moderna cocina de inducción con seguro para niños (ni sabía yo que existía eso), no se dejó encender y, ante mi agotamiento físico y mental, decidí simplificar, vestirme y bajar al restaurante italiano más cercano, que se convirtió, un año y medio después, en mi restaurante favorito: "La Grappa".

Tanto es así que, como una de nuestras no-rutinas favoritas de los 'españolitos' aquí residentes, todos los jueves cenamos ahí. Cuando vayan, saluden a Manuela, abran la carta y busquen el título de la entrada del blog que están leyendo en este preciso momento (tolerancia +/-5) y dejen que su paladar disfrute. Una pasta sencillamente espectacular.

En fin, que para gustos, colores (menos los verdes y marrones que yo no los distingo), pero como les adelantaba al principio, ¡que viva la cocina española! ...y, como les desvelo al final, ¡que viva el 83!

Como seguro que leyendo el blog, el apetito se les ha desperezado, pues...

Guten Appetit !


3 comentarios:

  1. Muy entretenido, por cierto voy leyendo poco a poco y no sé si lo explicarás en otra entrada pero me queda la duda de qué es realmente una villa compartida entre tres en Alemania, del Este. Yo vivo en una casa tb compartida entre tres pero no sé si es realmente lo mismo ¿?

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    1. 1/3 villa: es una casona de inicios del siglo XX (1908 creo), pero modernizada. Tiene tres plantas y cada planta es de una familia. Es una zona de villas que se construyeron entre finales s. XIX y primera guerra mundial. Después de la caída del muro los alemanes se lanzaron a invertir a saco y actualmente es una zona declarada de interés turístico en mi pueblecillo de residencia por la variedad arquitectónica.
      http://www.wartburgstadt-eisenach.de/05-Seite-Die%20Stadt-Villen-1.htm

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  2. Ahhh entonces no es exactamente lo mismo que las multi-family de aquí como la que yo vivo, pero algo parecido.

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