* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

jueves, 29 de agosto de 2013

El gato y la pared

Se abre un telón aterciopelado de los años 70. Aparecen una mexicana, una alemana, un australiano, una venezolana, una marroquí y un españolito, disfrazados todos ellos respectivamente de futbolista, alemana, lanzador de jabalina, nadadora, fútbol-tenista, y de, como les diría yo, una especie de Federer a lo McEnroe venido a menos. ¿Cómo se titula la película?

"Yo hago deporte y me lo paso bien".

Pues sí, así nos presentamos hace unos días en una fiesta de Erfurt para celebrar el regreso a Europa de nuestra recién-llegada-del-otro-lado-del-Atlántico mexicana favorita.

La temática 'teórica' de la fiesta: "Sports años 70" y, sí, este españolito que les escribe se pasó con la máquina del tiempo, por lo menos, 20 años (todas mis reliquias tenísticas son de los años 90). En fin, hagamos todos un ejercicio de fe conjunta, porque en esta ocasión sólo hay un documento gráfico demostrativo. ¡Que viva la auto-censura selectiva!

Sigan leyendo y encontrarán la explicación de este documento gráfico difícil de detallar.

El acontecimiento deportivo, de verdad, no tuvo desperdicio.

Hicimos nuestra entrada olímpica -sólo nos faltaba el abanderado- y lo primero con lo que nos topamos fue con un gimnasta de la antigua DDR, éste sí muy años 70, y con un levantador de halterofilia de esos que aparecían en los circos de los años 20. Yo pensé:

"Bueno, si yo me he pasado 20 años, éste se ha quedado corto 50... pero ¡y qué más da!"

Quedaba demostrado que la fiesta era happy & free. Y así fue, porque al momento se nos presentó una cantante de Abba -ésta se saltó lo del tema deporte a la torera- y nos ofreció una bandeja repleta de galletitas de chocolate, por lo visto, con ingrediente mágico. Ahora me explico yo la alegría que reinaba en el ambiente. Uno, muy prudente, evitó la injesta de las galletitas mágicas, por si acaso alguien nos realizaba un control antidopaje post-competición...

Eso sí, no tuvimos ningún problema para integramos rápidamente en el happy ambiente; hasta hice unos peloteos con una jugadora de badminton. Y a la hora en punto, de repente, sonó un silbato. Les juro que pensé:

"Venga, que ahora nos ponen a todos en fila india a dar saltitos coordinados abriendo las piernas y juntando las palmas de la mano encima de la cabeza." 

¡Pero no! nos reclutaron a todos en una especie de mini sauna, con una espesa niebla blanca. Ahí estábamos todos los deportistas, cada uno de su década prodigiosa, tomando unos chupitos de... ¡Listerine!. Como lo oyen, por estos lares existe un licor con ese sabor. Yo aproveché el momento niebla espesa -no sé quién tengo a mi lado- para hacer unas gárgaras bucales... ¡Momentazo!

Al rato, y seguimos en la mini sauna, una atleta maratoniana, o eso al menos percibí, me regaló unas pastillas dopantes, las cuales, aprovechando un giro de su cabeza, guardé disimuladamente en el bolsillo de mis shorts blancos tenísticos.

"¡Que no! ¡que yo no me dopo!"

Cual fue mi sorpresa cuando, ya fuera de la mini sauna, se me ocurre sacar del bolsillo mi fantástico y recién estrenado móvil de ultimísima tecnología, del mismo color que mis shorts tenísticos, y me lo encuentro pringado de chocolate derretido de...¡Lacasitos!.

"¡Eso te pasa por no doparte!"

En fin... el equipo deportivo internacional, sin abanderado, decidió batirse en retirada a una hora indeterminada de la madrugada. Y si la fiesta fue de blog, aguanten, porque el resto de la noche no desmereció.

Llegamos a casa de la alemana que iba disfrazada de alemana del siglo XXI, y que muy amablemente nos había ofrecido pernoctar en su hogar junto con su adorado gato Oskar -menudo nombre para un gato-. Total, que a los pocos minutos de haber entrado en el mundo de Morfeo, al lindo gatito le dió por hacerse la manicura en un mueble de la habitación que compartíamos y, claro, me despertó. Ni corto, ni perezoso, decidí levantarme y sacarle a la fuerza de la habitación.

Ya me ven deambulando por la habitación, intentando atrapar por el rabo a Oskar, mientras mi acompañante de sofá respiraba acústica y plácidamente. Objetivo cumplido, puerta cerrada, y Oskar rumi-llorando al otro lado de la puerta. Tuve diez segundos de remordimientos hasta que Morfeo me volvió a atrapar. A la mañana siguiente, digo, a la misma mañana unas horas más tarde, amanecí con la cara y el torso aplastados contra la pared, tal cual, mientras mi querida acompañante de sofá seguía durmiendo felizmente a lo largo y ancho del colchón.

¿Ahora lo entienten todo? Si no, no se preocupen. Ya saben que este blog es la guía perfecta para no entender la vida de un expatriado.

Ya ven, iniciamos el curso 2013/14 a lo loco, a lo loco... (click con el ratón)

¡Disfruten!


1 comentario:

  1. El contrapunto del Oeste1 de septiembre de 2013, 4:34

    Grande Celia! Esta, sin duda, una de las mejores.
    ¡Besazo a la mejicana!

    ResponderEliminar

Expláyese con libertad y deje aquí su comentario: