* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

domingo, 16 de marzo de 2014

El tozal de Guara

El día despertaba soleado. Los pájaros conversaban sin pudor sobre la sequedad de su plumaje, dadas las altas temperaturas reinantes a esas horas de la mañana. Las calles desiertas de Sabiñanigo se desperezaban. Entre tanto, dos jóvenes y aguerridos montañeros -altos, morenos, de marcada mandíbula y similar constitución- emprendían una aventura: el ascenso al tozal de Guara (2077m). 

Aprovechando los primeros rayos del alba, y ataviados con sendas y muy similares bicicletas de montaña, los montañeros-ciclistas comenzaban su aproximación a la Sierra de Guara. Las conversaciones se atropellaban. Uno de los montañeros-ciclistas hablaba más que el otro; el otro escuchaba más que el uno. Pero los dos se entendían a la perfección.

En un cierto punto del ascenso, cuando el grado de inclinación hizo imposible continuar con el pedaleo, los montañeros-ciclistas decidieron esconder las bicicletas tras unos matorrales y seguir el ascenso a pie.

Las conversaciones fueron disminuyendo. El sol y el cansancio empezaban a hacer mella y los montañeros-ciclistas concentraban su energía en el ascenso. Tras casi cuatro horas de camino, ambos jóvenes llegaban al pico o tozal de Guara, donde una imagen de la virgen del Pilar les esperaba. El paisaje que avistaba la Virgen del Pilar era espectacular. Ambos montañeros-ciclistas se sentían felices por la consecución del objetivo y por el pedazo de tortilla de patata que se iban a meter entre pecho y espalda.

Risas, foto de recuerdo -cámara de carrete y revelado-, y tras unos minutos de reposo, ambos montañeros-ciclistas se dispusieron a emprender el camino de descenso.

Lo que parecía que iba a ser un camino de rosas, se iba a transformar en un calvario. El calor reinante les había hecho ingerir más líquido del planeado durante el ascenso y el agua empezó a escasear. Los estragos llegaron a tal punto que tuvieron que dosificar la escasa agua disponible, permitiéndose mutuamente un leve mojado de labios.

El montañero hablador ya no hablaba. La lengua y el paladar seco no estaban de ánimo. Los ojos buscaban desesperados algún charco de agua. Pero nada, el camino era seco y desierto. El montañero escuchador sufría los mismos síntomas. Pese a todo, las sonrisas secas y agrietadas asomaban cómplices en los labios de los dos aguerridos montañeros-ciclistas.

Tras casi dos horas de descenso, y a punto del desplome, ambos montañeros-ciclistas llegaban por fin a la zona donde habían escondido las bicicletas (cómo reconocieron los matorrales escondite será siempre una incógnita). El montañero-ciclista escuchador había sido previsor y reservado agua en el botellín de su bicicleta. El montañero-ciclista hablador no, tenía el botellín de su bicicleta vacío, pero recibió una buena dosis de hidratación del botellín del montañero-ciclista escuchador. Fue la salvación para ambos montañeros-ciclistas.

Recuperaron las fuerzas justas para montarse en las bicicletas y terminar de deshacer, a toda velocidad, el camino iniciado siete horas antes. Una vez en la aldea, a los pies de la sierra de Guara, ambos montañeros-ciclistas tuvieron una visión que se hizo realidad: una fuente de agua.

Rebosantes de alegría, metieron sus cabezas bajo el generoso chorro de agua, alternándose para beber: primero tu, luego yo, otra vez tu, otra vez yo...

Sí, ambos montañeros-ciclistas sobrevivieron a la aventura.

De hecho, uno de ellos, el hablador, es este españolito expatriado; y el otro, el escuchador, es mi querido hermano, mi confidente, que hoy cumple 39 años y que, aunque ya no tenga el pelo tan moreno como en esa ocasión, sigue igual de generoso que siempre.

La poca agua que tenga, te la dará para que la bebas tu.

Esta es una de tantas historias compartidas con mi 'brother', que un día como hoy, y aunque él sea todo discreción y segundo plano, quería recuperar de mi memoria en su honor.

Brother, ¡que nos hacemos mayores!.

¡FELICIDADES!.


Me ha costado encontrar esta foto, pero parece que también llegó con la mudanza a este pueblo de Alemania... del Este.

9 comentarios:

  1. El contrapunto del Oeste16 de marzo de 2014, 5:20

    Otra vez sonriendo.

    ¡Muchas felicidades a tío guay! Please, que alguno de los otros dos brothers más mediáticos se las haga llegar.


    Non comments a la descipción de los dos tiarrones que emprendieron la marcha -el parlachín sigue sin abuela- ;)

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    1. El parlanchín no tiene abuela, pero si la tuviera, seguro que entendería su ironía... :)

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    2. El contrapunto del Oeste31 de julio de 2014, 12:38

      Mea culpa. Disculpa pública.
      Parece que la descripción de los dos ibéricos morenos y bien plantaos era eso, puramente descriptiva –como que Alemania… del Este es del Este porque está en el Este-. Que excepcionalmente la ironía brillaba allí por su ausencia... Así que sólo puedo concluir que fue mi mente la que se confundió –a otros les confunde la noche, oye- al interpretarlo.

      Sentí haber invadido algo tan privado y bonito como esta declaración de amor. Y me pareció que presentar mis disculpas era continuar la invasión. Y ahora veo que, qué cachonda Lola, el post íntimo dedicado en exclusiva a alguien a quien se define “siempre en segundo plano” lleva camino de ser el más comentado de todo el libro de canutillo. ¡Qué bueno!

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    3. El contrapunto del Oeste31 de julio de 2014, 12:41

      Ah! Y lo del tío guay era por cómo presencié que lo adoran las potrillos.
      Saludos desde el Oeste del Este.

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  2. Vaya odisea pasamos aquel día. A pesar de todo lo pasamos fenomenal. Pues sí, estoy muy orgulloso de mi hermano pequeño. Gracias.

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    1. Qué sorpresa anónima más buena!! Un apretón de mano.

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  3. Por lo Que cuentas y conozco tres hermanos muy especiales

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    1. ¡Menudos tres! :) aunque yo soy de los que piensa que todos tenemos algo especial dentro de nosotros... Que tengas buen inicio de semana.

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  4. Un besazo para los tres aunque a uno no conozca e igualmente . Ya estamos a martes!!!!!

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