* La guía perfecta para no entender la vida de un expatriado, pero pueden intentarlo...

domingo, 29 de marzo de 2015

La aventura americana: la casa reciclable

Arriba... Abajo... Arriba... Abajo... Arriba... Abajo...

Oigan, así durante treinta minutos atravesando el desierto a cielo abierto en mitad de la noche, en lo que parecía una recta interminable. Parece que las carreteras en los vastos desiertos americanos las hacen intencionadamente con ese perfil sinuoso para evitar que la gente corra en exceso.

Viniendo del país de las autopistas de velocidad ilimitada, imagínense el aburrimiento que me supuso conducir a 65mph (100km/h) con esa especie de acunado constante. Morfeo tiene más peligro que Murphy.

Llegamos a la casa. Un perro -una especie de Pitbull- nos da la bienvenida a lametazos.

-¡No me lo puedo creer! ¡¡Que alguien me aparte este perro!!

- No te preocupes. No hace nada. Beckham es muy bueno. 

Ahí estaban los dueños -ex-bombero y ex-cheerleader americana- esperándonos con una sonrisa en la cara. Lo de cheerleader es fruto de mi imaginación, pero es que por lo que sea me imaginé a la mujer en sus años mozos siendo la típica chica guapa del high school.

Tras quince minutos de discurso de bienvenida sobre el perro y el futbolista, entramos en la casa. Indescriptible. Pero para describírnosla ya teníamos a la cheerleader. Pasen y lean.

Decoración minimalista
Que si la casa estaba hecha completamente con materiales reciclables. Que si aprendió mucho sobre la construcción de este tipo de casas por intenet. Que si les llevó no sé cuánto tiempo construirla. Mi concentración empezaba ya a difuminarse... (jet lag).

Me apoyo sobre la mesa. No me tengo en pie. Me restriego los párpados. Lo de restregarse los párpados es como para aliviar un poco el peso de los mismos e intentar que no se cierren a su libre albedrío. Por el rabillo de mis ojos verdes-pardo-marrones vislumbro un colchón en el suelo, listo para ser apropiado.

- Ni se te ocurra sentarte sobre él porque te quedas dormido "ipso facto" delante de todo el mundo.

La cheerleader sigue con su chapa reciclada.

- A ésta le han dado un "cum laude" por la universidad de Google en construcción de casas reciclables.

Mientras sigue hablando animosamente -empiezo a no escuchar lo que dice- me quito la mochila de la espalda en señal de "por favor, vaya terminando el discurso porque tenemos que dormir".

No capta el mensaje de la mochila. Me vuelvo a apoyar sobre la mesa desesperado. Estiro brazos y antebrazos. De vez en cuando suelto algún inconexo "aha" "yeah" confirmativo de lo que sea que esté contando. Ni idea si pegan o no, sólo intento no parecer muy descortés. A veces se me escapan a destiempo. La cheerleader me mira con cara de... "por favor no me interrumpas". Mi amigo y los amigos de mi amigo -que también son mis amigos- empiezan a percatarse de que me están perdiendo en los brazos de Morfeo.

De repente me parece oir un "ok guys, have a good night".

-¿¡Ha terminado la descripción de la casa!? ¡Yeah! ¡Aleluya!

Respiro esperanzado. Maletas, pijama, cepillado de dientes y... cuando todo parecía volver a la normalidad, entra Beckham.

- Sit!, digo... out! Get out! 

Lo sacamos por la puerta del salón y de repente se lía la de Dios. Un segundo perro -tipo Dogo Argentino- se encontraba en la piscina y la pelea fue de cuidado. Gritos de "guau, guau, noooo, Beckham, stop!!!" atraviesan las paredes recicladas de nuestra casa. Yo alucino.

Al rato vuelve la cheerleader en un medio llanto, disculpándose por el espéctaculo cánino y por no habernos avisado que los perros no se podían mezclar. Les juro que yo alucinada. Ahí estaba yo en pijama sentado en la mesa con un trozo de piña en la boca pensando:

- Pero si ni siquiera sabíamos que hubiera un segundo perro. 

Pues oigan, que la cheerleader nos contó la historia de los perros. Yo la miraba ojiplático con el mismo trozo de piña en la boca. Que si habían adoptado los perros; no dos, sino tres perros. Beckham, Marc y no me acuerdo. Que si habían sido maltratados y entre ellos no se podían ni ver. Que de verdad lo sentía en el alma por no habernos avisado y por habernos hecho sentir culpables de tal refriega canina.

- Tranquila, yo no me siento culpable de nada. Yo sólo quiero dormir. Me tragué el trozo de piña y me metí directamente en la cama con mi foto de Conchita.

Ahí estábamos los cuatro en la casa reciclable de un ex-bombero y una ex-cheerleader, en mitad del desierto, rodeados de perros adoptados.

- ¿Por aquí no habrá escorpiones o serpientes, verdad? Zzzzzzzz.....

Continuará...


Amanecer en Venice beach


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